jueves, 1 de marzo de 2018

MI INVENTO

Cuando te inventé
no creí que existirías.
Error.
Te cruzaste en uno de mis viajes de vuelta,
en el más difícil todavía,
con ojeras de insomnio
y los tacones en la mano.
Me dijiste bella
y te regalé la primera
de una colección de sonrisas
que has empeñado en hacer
de mi boca.
Fue inevitable abrazarte.
Como lo es pasar contigo
de la ternura al deseo salvaje,
de los besos en la frente
a la locura de dos lenguas enredándose,
de la lectura apacible de un poema
al chirriar de una cama sin cabecera.
Cuando te inventé, ni siquiera salí a buscarte.
Entraste sin preguntar,
como si ya lo hubieras hecho antes,
como si antes ya hubiéramos sido.
Y yo, aún, te pellizco.
Te beso, te miro, te acaricio.
Te observo. También de lejos.
No puedes ser real.
Pero eres mi invento.
Y te quiero.

María Guivernau


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