martes, 4 de septiembre de 2018

El adolescente

No es obligatorio sufrir para ser un poeta.
La adolescencia ya es bastante dolorosa
para cualquiera. 

JOHN CIARDI

Caminé de joven con la boca llena de besos para nadie,
con el alma cansada de quien ve pieles para otro en todas partes.
No resultaba fácil para alguien
que entendía que las terminaciones de la piel
eran en realidad el comienzo de la felicidad.

No hubo cuerpo en alta mar con el que pasar el temporal,
un temporal llamando adolescencia que duró bastantes siglos.

La adolescencia no es del todo nada
y es muchas cosas a la vez.
Para mí la adolescencia fue desamparo,
incomprensión y soledad.
Fue como vivir en el cuerpo de otro
pero con dolores propios,
fue un modo de no encajar del todo,
un vahón sin dirección,
una carta de amor sin destinatario.

A ratos fue eso.
A ratos también un lugar para los amigos,
el descubrimiento de un cuerpo fugaz
que al irse te deja aún más vacío
pero con algo bueno que contar.

La mano en las primeras bragas
fue un evento incomparable,
un viaje en globo hasta la vida,
pero un globo al fin y al cabo
-se pinchó muy fácilmente.

Ser adolescentes es dejarse demasiado por decir,
vivir tras lo que callas
por no romper la paz en que otros piensan.
Así vivía yo
callaba la verdad
y me amputaba.

Era un iceberg en todos los sentidos,
por el viaje solitario a la deriva
y por mostrar solo una parte de mi alma,
ni una pizca de grandeza.

Creo que la adolescencia fue en realidad
una manera de ponerle nombre al vacío.

Pero tocó crecer hasta el presente
romper los miedos, sdeshacer la fragilidad
y aprender todo lo que sé hoy:
a manejar con calma mis conflictos,
a vivir en paz con mis palabras,
a buscar lo que quiero le pese a quien le pese.
Maté al adolescente y traje un hombre entero
como quien saca ese iceberg fuera del agua.

Y a pesar de ello no bastó.
A veces, mirando atrás
me ataca la nostalgia por la espalda
y entonces siento que daría media vida por volver allí,
por sentir otra vez entre mis manos
toda esa inseguridad, todos esos temores,
a cambio de aquel rumor encendido sobre el pecho,
del calor incomparable que me ofreció al tocarlo el primer sexo
abriéndose para siempre como una puerta hacia la vida.

MARWAN


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