domingo, 16 de septiembre de 2018

Ya verás

Que un cambio sea para mejor no quiere decir que no duela.

ORNELLA TALARICO


Seguramente te hicieron daño.
A todos antes o después no lo han hecho,
al igual que todos, en algún momento,
rompemos el corazón de alguien
o abrimos una herida en su memoria.

Seguramente te hicieron daño,
pero sirve de poco quejarse
a menos que seas capaz
de hacer algo con los lamentos,
tal vez una canción,
acaso un poema de redención
o simplemente
un discurso sobre tu derecho a protestar.

Seguramente te hicieron daño,
pero hay lecciones necesarias
que aprender sobre el ocaso.

Si rebuscas en las cenizas del adiós,
en los motivos de la herida,
en la (c) photo finish (c) de un abrazo,
tal vez verás que en la baba de la historia
quedan restos de batallas,
palabras que te hicieron,
pero seguramente sean restos de batallas,
de guerras sonde no debiste entrar.

Porque hay personas cuya manera de amar
consiste en que formes parte de sus guerras 
y no de sus paisajes.

Personas que te hacen un lugar en su vida 
para que alumbres tú sus sombras,
para que cuides su oscuridad
con la potencia de tu luz.

Personas que te obligan a hacerte perqueñi
para que puedas estar a su altura.

Y seguramente ahora
sientas tu maleta llena de lluvia y lamentes 
de nuevo empezar de cero,
reconstruir una vida que parecía estar de pie.
Pero cero a veces significa darse por fin la oportunidad
de levantar un mundo a tu tamaño
y no un munddo a su medida,
un buen modo de recuperar vidas perdidas.

Porque posiblemente te vaciaste
y por amor diste más de lo necesario,
para evitar los tanques,
por esa vieja tendencia
a callar lo que sentimos,
por no molestar
o simplemente para que nos quieran así,
sumisos y perfectos
como quieren los gobiernos a sus rebaños:
complacientes, calladitos, sonrientes.

Pero no estamos aquí para eso.
Tú viniste al mundo para llenarte el pecho de niños jugando,
de palabras de bondad hacia uno mismo,
de sonrisas que se abren como naranjas con las manos,
que se reparten como naipes los bares.

Tú estás aquí para partirle la risa a quien se ríe de tus lágrimas,
para arrancarle de cuajo las mentiras
a quien encuentra su confort
en el tamaño de tu herida.

Y aprenderás.
Aprenderás que quien te ha roto el corazón
siempre te enseña algo,
aunque solo sea que hay personas desgraciadas
y con ellos no se cuenta.

Pero hay algo más.
Quien te ofrece el suelo
te obliga a que descubras un modo de levantarte
y eso sirve en un futuro,
como también ayuda
aprender a echar de menos a quien eras cuando eras feliz,
porque ese te marcará el camino de retorno hacia tu paz.

Aprenderás también que no es tu cometido
salvar a nadie, correr para que otros no se cansen.
No eres el capitán de ninguna vida ajena
ni su red, ni su arnés, ni su muro protector.

Que se puede compartir la tristeza del prójimo
pero también la alegría
y si esto no se da
es mejor hacer las maletas
en dirección hacia uno mismo.

Huye de aquellos que piensen que compartir
es solo un verbo de ida,
de todos los que hacen del amor
un intercambio de rehenes.

Ahora debes descansar.

Tú me enseñaste aqueño que decía Unamuno,
que cualquier acto de bondad 
no es otra cosa que una demostración de poderío.

Tú me enseñaste eso.

Ahora tus palabras quieren hacer el viaje de vuelta
hacia el centro de tu boca,
para recordarte esto mismo,
que sé que te han hecho daño,
que seguramente te sentirás
un hombre en medio de la nada,
pero nadie forma parte de la nada
si tiene un buen hijo que lo abrace.

Y cuando todo esto pase volverás a brillar.
Así será.
Y lo disfrutaremos juntos, papá.
Ya verás.

MARWAN



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