miércoles, 12 de septiembre de 2018

Mentiras

- Kaz, fue perfecto, ¿verdad?
Lo que tuvimos.
- Empezamos con una mentira.
Así nunca puede ser perfecto.

Gina Prince-Bythewood


Todo comenzó con una mentira:
hacer parecer que cada encuentro era casual.

Comenzaron poco a poco,
y no fue por la sensatez de quien sabe
que caminando despacio
se llega antes a los lugares hondos
sino por miedo a entregar el rehén
antes de recibir la recompensa.
No es bueno dar amor sin nada a cambio, pensaban.
Y se mentían. Ella a él. Él a ella. El uno al otro.

Era el miedo a no saber quién es quién
lo que los empujaba a mentir.

Se mentían cuando no confesaban
que las noches que no pasaban juntos
ambos se calmaban buscándose entre sí en otras camas.
Días después se llamaban
-y se mentían-
ocultando que habían estado buscándose
el uno al otro en cuerpos postizos,
amándose el uno al otro en colchones ajenos,
porque él -cuando tocaba a las demás- la acariciaba a ella,
porque ella -en el borde de otros labios- solo esperaba su saliva.

Se metían al no confesar
que ambos habían pisado cada tarde
las habitaciones donde cose la añoranza,
que miraban a cada rato el móvil
esperándose en el mensaje del otro.

Aparentaban calma pero bajo la ropa se encendían,
se fingían de nuevo encontrándose como por casualidad,
y por miedo se mentían,
no contándose que pensaban
al ver entrar parejas en los cines,
que se veían en los bancos de los parques
donde otros se besaban.

Todo comenzó por una mentira,
todo continuó con una mentira,
todo para tapar la única verdad:
que se amaban.

Marwan



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