jueves, 22 de octubre de 2020

Morretes

 Es rozarme con su mano y mi cuerpo se pone alerta.

Mi piel se eriza y un escalofrío pasa por todas mis terminaciones nerviosas. Sus besos tienen el mismo efecto, ¡y qué morretes! Podría estar mordiéndole días y días... Dormirme en su boca donde sé que no hay pesadillas. Y su nariz. No sé, es la primera persona a la que le miraría un brazo y me parecería sexy. 

Somos tal para cuál en el sexo, pero estas reacciones ocurren con muy pocos. El sentimiento de orgullo, de llevar a alguien como él a mi lado cada vez que vamos por la calle andando de la mano, sí, habéis oído bien, ¡yo andando de la mano con alguien! Es de las pocas veces que me gusta hacerlo, sino, la única.

Simplemente es él. Me gusta todo. Su voz, ese lenguaje tan macarra y a la vez tan culto (es raro, lo sé), cuando entra en una conversación te llena de detalles, fechas, acontecimientos históricos... Me pone su cerebro ágil, lleno de información, lleno de conversaciones y lleno de estupideces, por qué no decirlo. Me encanta también esa parte de me río con él y las horas pasan sin ser consciente de ello.

No me canso de verle. No me canso de que me escriba, de que esté ahí, de él en sí. Creo que es la mejor persona que he podido encontrar bajo la faz de la Tierra.



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