sábado, 16 de octubre de 2021

Hogar

 Después de estos días que he pasado, que ya comenté en mi última entrada, estoy rodeada de apuntes, haciendo algo que realmente me gusta y hace que me sienta válida. Estudiar unas oposiciones que seguramente no aprobaré en la vida, me mantiene activa y de alguna manera, joven. 

Necesitaba un día de estar en casa, de limpiar de arriba a abajo (otra cosa que me encanta) y limpiarme yo también a la vez. ¿Por qué? Porque llevaba una mochila muy grande y pesada encima. Una lista infinita de miedos detrás de un carácter insoportable, especialmente sensible y borde, que he pagado con los que más cerca están. Supongo que es algo muy común y que no estoy hablando de ningún planeta nuevo.

Javi ha vuelto a trabajar. Hemos vuelto a la normalidad, yo a mis qué haceres y él a los suyos. Y de repente, sentí lo que era un hogar (de nuevo). No es mi casa, que también, porque cada día me gusta más dándole todos los días algún retoque nuevo para expulsar a la rutina, sino porque Javi está en ella. Él es mi casa, mi compañero, alguien al que ya necesito incluso para darme calor durante las últimas noches en las que se nota que va refrescando. Le necesito para dormir. Para hablar, para estar a mi lado, para que me haga tortilla de patata (la mejor sin duda) que es mi comida favorita. Necesito a mi marido más que a nadie en este mundo.

Precisamente es esto lo que me asusta. Necesitar a alguien tanto, y que por alguna razón, se vaya. ¡Qué casualidad! Ya salió mi miedo de siempre. ¡El miedo estrella de Patri! ¡Un aplauso! Pues eso, mis miedos a veces nublan los momentos más bonitos. Creo que me estoy haciendo mayor. Lo de discutir por todo lo estoy dejando de lado por pereza, discutir por deporte es cansado y las reconciliaciones que tanto me gustaban, ya no me gustan tanto. Prefiero la tranquilidad de una serie, una manta y un marido que seguramente esté tan cansado hoy, que se duerma en el sillón.

Necesito a mis amigos, que vienen esta noche a cenar. Necesito mi gente, sí. Soy así de débil, o quizás así de humana. Necesito las charlas con mis compañeras que no sean del tema "niños", de nuestras cosillas, de nuestras soluciones para el mundo que nunca llegarán a nada, de expresar cuando nuestro mundo se vuelva de color marrón como dicen los Estopa. 

Necesito la fuerza de mi hogar para cada día que me levanto. Y mi fuerza es mi gran debilidad. 



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