lunes, 11 de mayo de 2015

Mis miedos...

Sí, fue por mi culpa. Tú pusiste demasiado empeño y yo me asusté. Temí ser tan querida, tan dichosa, tan feliz a tu lado. No supe apreciar al hombre que a mi lado se acostaba. No encontré en mí el valor suficiente para luchar. Te cansaste, tuviste una infinita paciencia. Dos años de paciencia. Estuviste esperando que algo cambiara en mí, que luchara por ti.
No sé como no me hiciste ver lo que ahora sé con tanta certeza, y es que te amaba, profundamente. Porque es imposible no enamorarse de alguien como tú. Ahora lo sé. Se acabó con tanta facilidad, no hubo una escena, no hubo llantos, ni súplicas, solo una breve y sincera conversación. Una conversación que repito y repito en mi cabeza, soñando que doy marcha atrás en el tiempo y puedo cambiar lo que te dije... o lo que no te dije.
No supe darte aquello que tanto querías, que tanto esperabas...
Mis miedos... no les echo la culpa, ya que son míos, por tanto cargo yo con ella. 
Ahora tengo todo el valor que necesito para darte aquello que me pedías, ahora que ya es tarde... ahora, que cada noche intento pensar, cómo puedo volver a recuperarte.

Patricia Izquierdo Díaz


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