sábado, 16 de mayo de 2015

Problemas crónicos de la madurez

Están perdidas en los colegios
todas las muchachas con falda
que amé cuando era niño,
los balonazos que pegábamos
en las ventanas del porvenir
y los centímetros que le ganábamos al destino
según crecíamos.

Echo de menos las monedas de quinientas
y su milagro de los viernes,
cuando la libertad era un viaje en metro sin padres,
en la oscuridad de un cine de barrio
o quizá algún beso sin saliva
y sus instantes previos
cuando nos latía el corazón en todo el cuerpo.

Nos despertamos de repente,
como si la vida nos empujara de la cama
y cayéramos de golpe contra la realidad
y ya no quedaba tiempo para equivocarse.

Si hubiera sabido entonces lo que sabes ahora
la habrías besado - piensas.
Si hoy supieras lo poco que sabías entonces
tal vez no tendrías miedo a recaer en aquella mujer - piensas.
Qué cosa extraña la vida,
qué desorden tan calculado
y los sentimientos que son números decimales
nunca cifras concretas.

Ahora por fin tienes barba -tal y como querías-
te afeitas cada día -maldiciendo que crezca tanto-
y ves a la adolescencia agitando sus pañuelos
en la estación de las obligaciones
y te acuerdas cuando la infancia se caía de un columpio
y regresabas sudando, con las rodillas moradas...
a una tarde de nocilla y televisión.

Y sientes miedo.
Bienvenido a la madurez.

Marwan

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