miércoles, 16 de mayo de 2018

Catulo toma un Gin-Tonic en la barra de siempre

Un bar cualquiera. En esa hora
amable de la tarde. Huele a serrín y hastío.
El calor del verano detrás de los cristales.
Un camarero, con los brazos cruzados
mira un partido
en el televisor. Una muchacha,
muy joven y muy bella, se detiene
un instante en la puerta. Su figura
se recorta en el aire espeso de la calle.

Sólo un momento. Su mirada
recorre en un vistazo
el local. Noto sus ojos
pasar sobre mi cuerpo abandonado
en el sofá cansado. Ni siquiera
me ha visto. Luego, despacio,
vuelve sobre sus pasos. Y su cuerpo
en nada más recuerdo de otro cuerpo.

El pelo largo y suelto,
lo mismo que si fuera cualquier virgen hallada
en la iglesia del pueblo de la infancia.

Si hubiera sido ella. Cuántas veces
soñé con este encuentro en esos días
de algodón y de copas. No hay amor
capaz de derrotar el tiempo ido.
Vuelvo al libro y releo
los versos de Catulo:
"¿Quién irá a ti hoy? ¿Quién tu belleza
verá? ¿A quién amas ahora?
¿De quién se dirá que eres?
¿A quién besarás? ¿A quién
morderás los finos labios?".

Y más allá de ello, la muchacha
que un instante fugaz
me trajo hasta este bar
el recuerdo perdido de tus ojos.

Rodolfo Serrano


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