martes, 12 de marzo de 2019

Concepto del amor

Es cierto, no me dejo querer, ni cuidar, ni mimar, aunque lo necesite, aunque lo pida a gritos, porque ya no funciono, o porque nunca lo han hecho bien, o porque he tenido en muchas ocasiones que mendigar un poco de atención y me prometí un día que jamás lo haría de nuevo. También porque la armadura que siempre me acompaña me lo impide, porque todo suena o parece falso, porque nada es creíble, ni una caricia, ni una mirada, ni unas palabras... Porque cuando esas palabras o esa mirada aparece, yo salgo corriendo, porque no me lo creo, porque si bajo la guardia, me harán daño... otra vez. 

Probaran, y no les gustaré, como siempre, como cuando me cambian por otra, como cuando te comparan con otras, como cuando te exigen que cambies de físico, de personalidad... como cada chico que ha pasado por mi vida. Abrirte, es dar pie a ese daño, apostar es quedarte vacía en el intento, y vacía ya estoy. Mi caos es lo único que tengo para ofrecer, mi mundo de altibajos, mi locura y mi timidez, mis defectos y mis pocas virtudes y un físico que no es de revista.

Muchos complejos, inseguridades y miedos que no me han sabido quitar, que me los dejaron de recuerdo cada uno de ellos que hicieron una cicatriz de recuerdo en mi corazón. 

Estoy sola, sola porque quiero, como dicen mis amigas, y no se está tan mal. Se echan de menos ciertas cosas. Los domingos en la cama rodeada por unos brazos, los paseos a deshoras, las visitas inesperadas, los buenos días, los mensajes bonitos que te sacan una sonrisa, detalles, hechos, no sé, miradas, saber lo que piensa el otro con un gesto, esa complicidad que se crea con el día a día.

Ojalá apareciera alguien que se quedara sin salir huyendo a la primera contestación, que se interesara por mi historia, por cómo he llegado a ser así, que me cuente todo de él, que me haga partícipe de su vida simplemente porque le apetezca, que sepa de mis limitaciones y me ayude a mejorar, que me obligue a querer volar, que me rete, que me lleve la contraria, que sea sincero si hago las cosas mal, que me relaje más que mil canciones de Alejandro Sanz, que no me necesite en absoluto pero quiera estar a mi lado. 

Puede que parezca un sueño o una carta a los Reyes Magos, pero el amor no crece de un árbol, no sale de una fiesta, no aparece una noche de verano. El amor, el verdadero, se curra día a día, se planta, se riega, se le mima, se le cuida, y poco a poco va creciendo, poco a poco, echando raíces, que impulsan al tallo a salir, que acaba floreciendo, que de una flor, acabas teniendo el jardín más bonito del planeta. En el que te sientes en casa, al que siempre volverías incluso en invierno, cuando a veces se pierde luz. Eso es amor. Elegir a un amigo, y florecer juntos. Sacar la mejor versión de nosotros, restar todo lo malo.

Quizás por esta concepción que tengo del amor, soy tan exigente con los candidatos a ese puesto, quizás por eso mismo, esté sola, quizás es que estoy cansada de apostar y perder... Quizás ya no tenga ganas de buscar, o... ya no me deje encontrar. Es posible que huya de lo bonito, de lo romántico, de lo sincero, de las miradas... Porque siempre acabo herida. Creo que en el fondo tengo un corazón que quiere querer, querer y amar, que no es lo mismo, darlo todo, lanzarte a una piscina con o sin agua porque esa persona estará ahí, tanto si caes y duele, como si caes y ríes. ¿El amor así, es utopía? ¿Realmente existe? ¿O estoy esperando algo que jamás aparecerá?

No quiero flores, quiero momentos, quiero recuerdos, quiero escribir una historia, nuestra historia, quiero que sepa esa persona que siempre estaría a su lado, porque cuando me abro, y decido dar una oportunidad... Lo doy todo, y después no me arrepiento, no te puedes arrepentir de intentarlo todo por alguien a quien quieres. Tengo ganas de encontrar a ese amigo, persona, compañero, amante, con el que compartir mi mundo, porque dárselo, eso nunca más.

Patricia Izquierdo Díaz




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