domingo, 24 de marzo de 2019

¡Sorpresa!


¿Hay algo mejor en el mundo que las sorpresas? Yo creo que sí, la cara del que es sorprendido. La felicidad que desprenden los ojos, la sonrisa de alegría, esas cosquillas que te sacuden fuerte en el estómago y te hacen abrazar al que sorprende…

Me encantan las sorpresas, pero es verdad que me dejo poco sorprender, suelo ir un paso por delante. Y me encanta ser la que sorprende, pero no entra dentro de mis cualidades, suelo ser un desastre en esto también. Pero cuando me sale bien… lo vivo muy intensamente.

Hoy domingo, no me borro de la cabeza su cara al verme. Sin esperarlo. Fue mitad sorpresa, mitad coincidencia. Pero es de las pocas cosas que me han salido bien y ¿por qué? Porque no lo había preparado… Reconozco que me costó decidirme a ir. Y que lo único que me consoló es saber que si salía mal, estaba en casa.

Toparnos sin querer. Era la idea. Entrar en aquel bar pisando fuerte, con mis pantalones petados, la camiseta dejando querer ver más y los labios pintados, tentando a ser borrados. Si, esa era la idea, pero verle entre tanta gente me hizo volverme pequeña. Querer correr en dirección contraria. Coño es que es demasiado guapo. ¡Mente fría Belén, mente fría!

Supongo que esa es la parte donde todo se estropea, donde necesito un empujón, donde entra en acción esa persona que me conoce más que yo misma, y sin que yo lo sepa, me pone en el apuro de ponerme en frente.

Y de repente… su ojos se abren mucho y me dejan ver que le brillan, no sé si por la luz o porque está contento. Su sonrisa se ensancha, no sé si es porque se alegra de verme o por que le hace gracia lo tonta que soy. Sus brazos me reciben y me da un beso en la cara. Y no sé si es él el sorprendido o soy yo la que se sorprende…

Y sin más, ese momento se convierte en uno de mis accidentes preferidos, que jamás voy a olvidar.
Quizás esto no nos lleve a nada. O a una bonita amistad. Pero estoy segura de que esa partida de dardos, esa cara, esa conversación tonta, esa caricia, ese guiño de ojos, ese “jo no te vayas”, ese “avísame cuando llegues”, ese “nos vemos pronto”, y ese abrazo… será eterno.
Porque las sorpresas, si te sorprenden de verdad, no se olvidan.   

Belén Triguero Guijarro



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