Salía de mi casa así, ligero, con el chaleco de la alegría, siendo parte del viento, dejándome llevar por el airecillo de la libertad.
Pero puso Trump su dedo sucio sobre Palestina,
puso el Telediario imágenes de niños desnutridos,
puso otro hombre el cuchillo en el vientre de su mujer
y el día soleado se hizo nube negra sobre la sociedad
y entonces tuve que vestirme de guerrero,
del guerrero que cambia el mundo,
y tuiteé #mecagoenlosmuertosdelosmalos
y la gente que apoya la igualdad me retuiteo,
y la gente que apoya a los malos —pero escuchan mis canciones—,
pusieron excusas, me lanzaron botes de mierda virtual,
y se lió, y el insulto corría como Usain tras la medalla,
y se hizo una cadena de comentarios tan grande,
tan violenta y viral,
que salió en las noticias,
fue saltando los periódicos,
la leyeron Shakira, Vargas Llosa, Neymar,
la leyeron 4 premios nobel,
la selección de waterpolo,
e incluso Mandela y Hugo Chávez desde el cielo.
Y siguieron los comentarios,
vamos basura y más basura
y también gente que apoyaba la moción
y retuitearon Simeone, Iñarritu, Ricky Martin
y me insultaron los amigos de Trump
y me intentaron hackear las ilusiones
y la bola de nieve fue creciendo
y comenzaron a escribir en inglés
y el hilo de twitter no terminaba
y ya nadie se acordaba de mí,
ya todo era un hilo tan largo
que daba la vuelta al planeta
hasta que le llegó a Trump,
a través de cien millones de cuentas,
temblaban los cimiento de la Casa Blanca
y no se hablaba de otra cosa en los pasillos de la ONU,
ya nadie se acordaba de mí,
solo de la ola de protestas
que estaba inundando el mundo
como la lava de Pompeya
y le llegó al Parlamento,
y llegó a todas partes,
a la antigua Grecia
a la Rusia de Stalin,
a los arquitectos de la Alhambra
a los jemeres rojos de Camboya
y saltaban los haters en pedazos
pues nos daban igual,
la gente quería cambiar las cosas
y solo se hablaba del estado del mundo,
por una vez, nos centramos en el mundo
y olvidamos a los influencers
y dejamos de pensar en comprar y comprar
porque todo el mundo estaba en la red, sacudido,
y Trump en su escondite,
reunido con su gabinete
llamando a Putin,
llamando a Obama,
llamando a China,
y el amor y el odio corrían como al pólvora por la red
y el miedo en los políticos
que temían que la revuelta popular
se extendiera por la calle,
pero no,
todos andábamos con los dedos opinando en la pantalla,
y solo se hablaba del mundo
del hilo de twitter
y Trump llegó a la conclusión de que aquello era imparable,
así que decretó que cerrara Apple y Google y Microsoft
y canceló las licencias de telefonía
y los canales de TV que solo hablaban del hilo y la ola
y mandó un fax a Merkel
a Mariano
a Macri
a Vladimir
y a este y al otro
desde la Antártida hasta el último rincón de la India
y el mundo en media hora se quedó sin red,
sin vuelos,
con todas
sus pantallas
apagadas.
Por primera vez en 4 días había cesado el ruido.
El silencio era absoluto.
Miles de millones de personas
en su casa se quedaron con los dedos pegados a la pantalla,
a un pantalla muerta. Todo eran pantallas sin vida.
También las de televisión.
Y no solo eso. Por primer vez en su vida
los gobernantes habían tenido verdadero miedo
del poder brutal del pueblo para cambiarlo todo.
En los días siguientes
todos los políticos dimitieron en masa
por la presión popular en las calles.
Nunca más hubo internet.
Se volvió a 1980,
esa época de la historia en la que el consumo
era sostenible para el planeta
y los nuevos gobiernos mataron al monstruo del paro
mataron a la desnutrición mundial
empezaron a educar en la igualdad de hombres y mujeres
y Trump cayó en el olvido
él solo en su edificio de la quinta avenida
llorando por aquellos tiempos
en que a través del miedo
había sido capaz de encender la rabia
del mundo entero,
ese mismo miedo,
que sin darse cuenta
había encendido el hilo milagroso de twitter
que realmente
cambio a la humanidad.