miércoles, 26 de mayo de 2021

Magia

 “Ya sabes que soy un poco insegura”, es la frase que me repites muchas veces para justificar (innecesariamente) tu forma de ser; cuando te sientes torpe, patosa, cuando te pones nerviosa o cuando te preocupas demasiado por algo, así que como cuando me clavas tus ojos esperando respuestas no hay nada que pueda decir que consiga calmarte (del todo), esta vez te las voy a escribir. 

Aunque tú siempre digas que no crees en las palabras, que se las lleva el viento, que vuelan, y que las mías aún más, porque “sé hacer magia con ellas”, espero que estas que vas a leer te convenzan por fin.

A ti te sigue preocupando que no ponga una verja electrificada a cualquier chica que me sonría, que me halague, y no entiendes que no hace falta ninguna verja, ni fosas con cocodrilos, ni trampas debajo del felpudo. 

Pueden llamar a la puerta, aporrearla o intentar echarla abajo: 

No voy a abrir. Ya estás tú. 

No eres una inquilina en mi hogar. Tú eres mi hogar.

Eres tú la que está en esas fotos que me envías haciendo el tonto y me quedo mirando maravillado. Eres tú la dueña de esos lunares que me sé de memoria, es en tu vientre donde respiro, es en tus pequeños y preciosos pechos donde me pierdo, es en esa risa a carcajadas que tienes donde me salvo.

Ojalá me vieras cuando te veo sonreír con tus amigos. 

Ojalá me vieras hablarles a los míos de ti cuando no estás.

Eso es magia. Pero no es mía.

Magia es hacerme sentir como me siento cuando estoy contigo, magia es esa forma en que me haces reír con tus absurdeces, magia es la manera que tienes de mirarme a los ojos y hacerme entender que puedo contar contigo, que hayas conseguido que te mire y comprenda que tienes todo lo que siempre he querido en mi vida, y que ni siquiera lo sabía antes de conocerte.

Carraspeas -a propósito-, y a mí me vuelve a salir una sonrisa sola.

- De qué te ríes –preguntas sin interrogación, y yo encojo los labios en señal de que no tiene importancia mi respuesta.

Me miras fijamente, sabiendo que yo sé que lo estás haciendo, y al volver a mirarte yo se te escapa una sonrisa que te hace odiarme y odiarte. 

Y yo sonrío también.

- Que sepas que te odio –me dices.

- Ya, y yo –te digo con toda naturalidad totalmente serio.

No es necesario decirnos más. 

No quiero que me consideres un mago de nada.

No quiero que me aplaudas mis juegos de palabras como una niña pequeña sin saber que aquí la de la magia eres tú. Eres tú la que consiguió que sus palabras calaran, eres tú la que hizo que te mirara como jamás había mirado a nadie, eres tú por la que me intereso hasta en esos animalitos raros de tu pijama que nunca consigo saber qué son.

Eres tú la que verá estas palabras hoy, admitirá que son las mismas que te dije al conocernos, y cuando pase el tiempo verás que serán las que te seguiré diciendo. 

Y así, con paciencia, con delicadeza, y sin ninguna prisa, poquito a poco veremos cómo esas inseguridades van desapareciendo (como si fuera magia) hasta que no te quede más remedio que entender que aquí, la de la magia, eres tú.



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