Buenas noches.
No he podido dedicarme a escribir este último mes ya que no paro en todo el día. Me levanto a las 7.30 y hasta las 20.30 no suelo llegar a casa. La vida no me cunde tanto como para dedicar a mi blog todo el tiempo que quiero y que necesito. Y repito: que necesito.
He notado mucho la falta de sentarme frente al ordenador y dejar que mis pensamientos fluyeran por mis manos hasta llegar al teclado.
Este post, solo será publicado aquí. No necesito que tenga visitas, no necesito que nadie más lo lea salvo yo. Son mis pensamientos, mis dramas interiores y no busco que sean visualizados. Más que nada es que necesito expresarlos. De hecho, estoy cambiando mi manera de ver las cosas. Mis ideas quiero que sean mías, quiero dejar de publicar todo lo que podría decir a alguien, pero por otro lado, no sé hacerlo si no es escribiendo, sino es a través de este blog que tanto me ha dado desde hace tantísimos años.
Así que allá voy. Perdón de antemano puesto que no quiero ofender a nadie.
Mis pensamientos comienzan a raíz de mi boda. Mucha gente por la que yo ponía la mano en el fuego me ha fallado. Amigas, que eso, se vestían de amigas y que por supuesto he cerrado libros con ellas. Me he dado cuenta que quiero un círculo pequeño, gente que quiera quedar conmigo, hablar como les hablo yo a ellos, que me necesiten tanto como yo a ellos... Vamos, lo que se llama reciprocidad. Me voy a guardar yo misma y evitaré poner nombres. Y lo que siento es decepción, tanta, que me lleva a la tristeza. Pero con pesar. Una tristeza que no se pasa. Al final es como es una pérdida. Exactamente igual, y en muchos casos ni siquiera hay oportunidad de una despedida.
El siguiente tema que me preocupa y que con él convivo desde hace una semana es una bronca que tuve con Javi. Sí, lo confieso, no somos la pareja perfecta, ni la quiero, ni la busco. Somos nosotros. Siendo nosotros, en nuestro estado más auténtico y a veces, dado nuestro carácter, pasan estas cosas.
Javi soltó cosas que me mataron, reabrió heridas que creí cerradas. Dolieron menos, como un dolor conocido, pero a fin de cuentas, dolor. Mi miedo: quedarme sola, que me dejen sola, volver a ser abandonada. Ese miedo que se manifiesta en forma de pesadilla día sí y día también. Vosotros sabéis de donde viene... Todo el que me haya leído desde hace tiempo, lo sabe. Según él, fruto del calor de una discusión. Según yo, nadie dice o amenaza con hacer algo que no ha pensado antes, algo que no se le haya ocurrido aunque haya sido una vez. Si te cuestionas algo, aunque sea en caliente, es que muy seguro no estás de lo que estás haciendo o del punto en el que te encuentras. No sé si me explico.
Esto ha reactivado miedos e inseguridades. Él no es consiente de lo que ha provocado en mí. Para él ha sido una bronca más que ha quedado en nada. Sin embargo, yo no paro de recordar sus palabras, no paro de soñar con ese momento y hacer conjeturas de cómo sería mi vida sin él y de lo que estamos creando. Siento un miedo aterrador que me deja paralizada. Te vuelves fría, ese frío de antaño que quema y duele. podrías dibujarte el corazón en el pecho ya que tienes plena consciencia de cómo es y de dónde está. Esa presión de incertidumbre al futuro, que al parecer, solo tengo yo. Planteamientos que no había pensado han llegado a mí. Cada noche. Y no lloro, no. Esta vez no. Alguien se llevó todas mis lágrimas en cuanto a este tema. Pero no por expresarlo, deja de doler.
Quiero poner el contador a cero. Quiero hacer que esto no ha pasado, es más, pido quitarme esta losa que empieza a pesar sobre mi espalda, que me dobla, que hace que el camino que estábamos haciendo cueste y cueste, duela y a veces piense si merece la pena.
Firmar unos papeles debería haber afianzado más si cabe lo nuestro. Pero un puñado de palabras dichas en un momento y en una situación hace tambalearse incluso al Coliseum romano. Puede hacer de una gran estructura, cenizas, piezas tan pequeñas que aunque lograras pegarlas de nuevo, nunca quedará igual. Y me conformo con estar de nuevo pegada lo suficiente como para mantenerme en pie. Porque a diferencia de la otra vez, sé que soy fuerte y que nada termina por convertirme en una ruina sin ningún tipo de valor. Quiero encontrar las fuerzas que tenía en la cuarentena cuando levantaba pesas, cuando levantaba el mundo cada día, cuando despertaba gritando que soy Wonder Woman.
Es casi imposible no depender de alguien. Dependes siempre de las personas que quieres. "Quien más te quiere te hará llorar" decía Luis Ramiro en una de sus canciones. Y qué verdad es. Aunque sienta que soy fuerte, me sienta más madura que nunca, no puedo evitar que las palabras o acciones de Javi me hagan daño. Si su comportamiento me diera igual, es que Javi me daría igual, y no es así. Macarrón es la persona más importante de mi vida. Y en el fondo, sé que esto es algo que solo llevo yo por dentro, es algo mío y que está más que hablado con él, pero... no puedo evitar la ansiedad que me crea a día de hoy esa discusión que va camino de dos semanas.
No sé si volveré a escribir sobre ello. No sé si puedo ponerle más palabras a esto que siento. Pero por lo menos lo he sacado, dejándolo aquí escrito. Y con eso, parece que pesa menos.
De nuevo, siento si ofendo a nadie, pero en apariencia soy muy abierta (solo en apariencia) y necesito de mi rincón. De mi momento en el que solo estoy yo y mis pensamientos.