Existen dos maneras de actuar y responder ante los problemas que nos vienen en el día a día de cada persona: afrontarlos o huir.
Huir, es la manera más sencilla y fácil que el hombre conoce. Se zanja para siempre ese capítulo o momento difícil de nuestra vida como si nada, y comenzamos de nuevo a escribir otro sin más. Aún sabiendo que un asunto sin acabar, siempre volverá. Aunque hayan pasado años, lo que nos parece un recuerdo, puede aparecer en nuestro presente sin ser llamado. Tenemos que valorar en estos casos, si la huida llega a merecer la pena.
La otra opción, muchas veces necesita que aportemos más de nosotros mismos, y en muchas ocasiones necesitamos de alguien más para poner fin a un asunto que nos incomoda, nos duele, nos molesta o simplemente debemos de ponerle fin, porque una vez huimos de él. Afrontar un problema, no significa resolverlo. En la vida hay situaciones que deben ser superadas y no solucionadas. Debemos luchar contra algo que parece escrito, que parece parte de nuestro destino. Lo que nos lleva a pensar, que si toda nuestra vida está escrita, ¿qué papel jugamos nosotros?, ¿debemos suponer que tan sólo somos marionetas de nuestro propio tiempo?
Siempre me he negado ante tales reflexiones, desde aquí, te invito a luchar, a coger las riendas de tu vida, a solucionar problemas y a enfrentarte a ellos, sin ningún tipo de miedo, porque aunque a veces parezcamos seres solitarios, débiles e independientes en un gran planeta, recuerda que jamás estamos solos. Siempre hay alguien a nuestro lado.
Recuerda también, que ningún problema o situación difícil, es menos que otra, ninguna carece de emoción o de importancia y siempre habrá alguien que esté esperando a escuchar tu historia, tu vida, a echarte una mano.
Debemos luchar en nuestro camino, debemos ser dueños de nuestro propio destino, lo que no quita que encontremos un compañero de vida con quien compartir nuestros más bellos planes y nuestros peores miedos.
Con esta historia, espero que sientas y entiendas lo fácil que es aparentar ser feliz, y lo fácil que es ser superficial por miedo a encontrarte contigo mismo, al saber que te has pasado toda tu vida huyendo, ¿pero de qué? Muchas veces… de nosotros mismos. Y qué sepas ver el contraste de ambas vidas que aparecen en la novela.
Todos cometemos errores, y todos algunas veces huimos, pero siempre debemos volver a reflexionar, a llenarse de ganas para aferrarnos a esta vida, que tan sólo pasa una vez, y si cierras los ojos demasiado tiempo, puede que te la hayas perdido.
Nunca es tarde para abrazar la vida, y comprobar que en las pequeñas cosas está la belleza y la propia grandeza de la misma.
Con todo mi cariño, espero querido lector, que sepa valorar estos consejos, tras haber finalizado el relato.
Un cordial saludo de la autora.
Patricia Izquierdo Díaz.
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