lunes, 9 de abril de 2018

EL HUMILDE

Fue de todos sin ser dueño de nadie.

Si pudiera leerse sobre la piel de un hombre la historia de su vida
-lo mismo que se lee en el árbol talado la edad de la madera-,
en la suya veríais a alguien que siempre puso
la rendición antes de la batalla,
prefirió la modestia a la codicia, ceder a reclamar,
seguir a ser seguido.

No fue dueño de nadie y creía que un sabio es aquel que resiste
la abreviatura de sus esperanzas.

- ¿Por qué someterse, si no hay cosas en el mundo que no se ate,
conduzca o sea domada, ¿Acaso no doblegan los números al tiempo,
la tubería al agua o la fe a la razón?
Así hablaba el humilde y de ese modo
se llenaron sus años de derrotas pactadas, sueños fáciles
y cosechan perdidas.
Pero él no se apartó de su camino.

Es verdad que hubo noches sin paz en que giraban lentamente
las aspas del insomnio;
días en que fue inútil el aval de la luz;
disculpas que eran el himno del país de los vencidos;
que alguna vez crecieron dentro de él los suburbios
donde pone su industria la tristeza;
alguna vez la envidia se hizo fuerte en sus ojos,
montó en su corazón su campamento.

Y sin embargo ese hombre que no fue autor de nada,
ni abanderado suyo ni héroe de los demás,
quizá fuese feliz a su manera,
quizá buscó en la sombra de los otros un oasis,
un cobijo del sol.

Que en su estatua invisible se posen para siempre 
las palomas más blancas de este planeta oscuro.

Benjamín Prado



No hay comentarios:

Publicar un comentario

Nota: solo los miembros de este blog pueden publicar comentarios.