sábado, 7 de abril de 2018

VI

Por favor, no te vayas,
no me mandes de vuelta a mi infierno dorado,
ese mundo sin paz donde los días
cortan como cuchillos
y una ventana abierta no es siempre lo contrario
de una prisión.

Te escribo desde el fondo de una angustia salvaje,
cansado de correr con los ojos cerrados
mientras de fuego en fuego iba inventando el frío.

Por favor, no te vayas;
si tú me dejas solo, todos lo que me acosan
van  a clavar en mí sus oscuras banderas,
a herir mi corazón desde el olvido
con palabras de hierro,
con las uñas feroces
de un enterrado en vida que araña su ataúd.

Yo no quiero volver donde comienza el aullido del lobo
y las noches se mueven como un bosque de mástiles
según la voluntad amarga de las olas;
yo quiero estar contigo
y leer en tus ojos
las últimas noticias del ámbar cada día.

No te vayas, mi amor, 
porque sin ti 
sólo puede quedarme lo que hay después del fuego:
la ceniza, la oscuridad y el miedo.

Benjamín Prado


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