jueves, 5 de abril de 2018

II

Mi amor me dijo un día:
- No olvides que te quiero y olvídate de mí.
Yo intento obedecerla, partirme en dos y ser como el ángel de Borges que volaban a la vez a oriente y occidente, al norte y hacia el sur.
Partirme en dos ya siempre creer que no se ha ido.

Al hombre que no olvida que le quiere no lo van a vencer ni el tiempo ni la duda;
no podrá la tristeza cavar en él sus minas o el desánimo abrir sus embajadas.
Y tachará las sombras, simplemente, con escribir su nombre;
como cuando corrige la oscuridad del mundo la gramática blanca de la nieve.

El hombre al que suplica que la olvide, sufrirá la distancia, la amargura, el silencio implacable que latido a latido forma su perla negra dentro del corazón.
Y todo será igual que beber con las manos;
el agua que retenga no va a apagar su sed y el agua que se escape, se llevará su vida.

Por las noches, los dos duermen pensando en ella. 
Y al despertar, hay uno a quien va a herir el sol -porque los sueños arden con la luz y la verdad, a veces, es una quemadura- y otro que va decirle:
- Como yo sé que sólo aquel que acepta el vértigo se merece las cimas, mi amor, sigue matándome, que para mí no hay muerte más hermosa que morirme sin ti mientras te espero.

Benjamín Prado



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