domingo, 8 de abril de 2018

IX

Me acusas de quererte demasiado,
de que mi amor no ceda su sitio a la costumbre,
de desearte igual que el primer día.

Me pides más frialdad y el mismo fuego;
menos palabras dulces
y a la vez que recuerde
que sin ti el sol/son/sólo
las tres primeras letras de la soledad.

Y yo, que fui aquel cínico
para el que la certeza
no era más que una de las opciones de la duda
y la verdad un cabo suelto de la mentira;
el que se conformaba con mujeres
de las que hoy sólo importa saber que no eran tú,
hoy no quiero otra cosa que amanecer contigo
cada día con llamas en los ojos,
sin besos burocráticos, seguro
de que nada urge tanto como no cambiar nada y seguir junto a ti.

Pero no te confundas:
yo te ofrezco
avanzar sin llenarnos de caminos andados;
no ser nunca
los que al llorar escriben su nombre sobre el agua,
los que al reír convocan la tristeza a sus labios;
los que inventan el frío.

Yo te ofrezco todo.
Pero no pidas menos, mi amor,
ni te equivoques;
si me das a elegir entre perderte
por completo o estar conmigo en parte,
voy a decirte adiós.

Bejamín Prado



No hay comentarios:

Publicar un comentario

Nota: solo los miembros de este blog pueden publicar comentarios.