lunes, 30 de abril de 2018

¿Pero quién se ha creído que eso?

Estoy harto del poeta que llevo dentro.

Cada vez que viene un buen mes a presentar su dimisión
o la tristeza se detiene en mi puerta
para untarme su inquietud en las tostadas,
se frota las manos pensando en sacar algún rédito
de todo aquel desorden.

No se queda parado ni conmovido por el golpe
y ni mucho menos corre como un chiflado hacia mí
-que soy él- para preguntarme cómoestás,
puedoayudarteenalgo, tranquiloqueestoyyoaquí.
Qué va... Se queda ahí en su Parnaso apuntando en su libreta
o en su cabeza de chorlito todo lo que siento,
el relato de mi desplome a cámara lenta.
Se pone cirujano el muy cabrón
y comienza a hacerme la autopsia.

Cada vez que me quedo dormido sobre una zanja,
cuando me cae un meteorito en pleno lunes,
siempre que escojo el camino del veneno
o la soledad por accidente
y la vida me zarandea como un papel de chicle en un tornado,
allí se queda, mirándome,
y se pone a juntar palabras en su probeta
como quien pone fichas de dominó para un derrumbe 
y se pone a construir frases, como un mecano del desastre
y con mis miembros doloridos y el tumulto que me queda 
me regala un poema de tal altura
que da igual lo que haya pasado hasta ese momento,
cuando me lo da a leer siempre lo miro agradecido y lo perdono.
Pensando que todo aquello,
su forma de ignorarme y mi dolor,
en realidad, ha merecido la pena.

Marwan



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