miércoles, 19 de junio de 2013

El árbol de la amistad

Existen personas en nuestras vidas que nos hacen felices por la simple casualidad de haberse cruzado en nuestro camino.
Algunas recorren el camino a nuestro lado, viviendo muchas lunas pasar, más otras a penas vemos entre un paso y otro. A todas las llamamos amigos y hay muchas clases de ellos. Tal vez, cada hoja de un árbol caracteriza a uno de nuestros amigos.
El primero que nace del brote, es nuestro amigo papá y nuestra amiga mamá, que nos muestran lo que es la vida. Después, vienen los amigos hermanos, con quienes dividimos nuestro espacio para que puedan florecer como nosotros. Pasamos a conocer a toda la familia de hojas a quienes respetamos y deseamos el bien.
Más el destino nos presenta a otros amigos, los cuales no sabíamos que irían a cruzarse en nuestro camino. A muchos de ellos les denominamos amigos del alma, de corazón. Son sinceros, son verdaderos, saben cuando no estamos bien, saben lo que no hace feliz. Y a veces, uno de esos amigos del alma estalla en nuestro corazón, y entonces es llamada un amigo enamorado. Este da brillo a nuestros ojos, música a nuestros oídos, música a nuestros labios, saltos a nuestros pies.
También hay de aquellos amigos por un tiempo, tal vez unas vacaciones o unos días o unas horas. Ellos acostumbran a colocar muchas sonrisas en nuestro rostro, durante el tiempo que estamos cerca.
Hablando de cerca, no podemos olvidar a amigos distantes, aquellos que están en la punta de las ramas y cuando el viento sopla, siempre aparecen entre una hoja y otra.
El tiempo pasa, el verano se va, el otoño se aproxima y perdemos a nuestras hojas, algunas nacen en otro verano, y otras permanecen por muchas estaciones...
Pero lo que nos deja más felices, es que las que cayeron continúan cerca, alimentando nuestras raíces con alegría. Son recuerdos de momentos maravillosos de cuando se cruzaron en nuestro camino.
A mis hojas de mi árbol les deseo paz, amor, salud y prosperidad, simplemente porque cada persona que pase por nuestra vida es única, siempre deja un poco de sí y se lleva un poco de nosotros.
Habrán los que se llevarán mucho, pero no habrá de los que no dejarán nada.
Esta es la mayor responsabilidad de nuestras vidas y la prueba evidente de que dos almas no se encuentran por casualidad.


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