La terraza de un bar, mesas, sillas, cervezas, cigarrillos, sus amigos, y ella. No dejaban de mirarse, ni hablaban, no salían palabras de sus bocas, no después de decir que ya cada uno cogería su camino. Intentaban hacer como si todo fuera bien, como si no les soliera que se acabara. Reían, e intentaban que sus miradas no se cruzasen porque entonces esas risas podrían convertirse en llanto. Llego la hora, todos comenzaron a levantarse y a despedirse como si nada. Ellos, se miraban, sus mentes conectaban de una manera tan especial que sabían lo que querían decirse en todo momento, se levantaron y cogieron el camino para recogerse. No querían rozarse, ni mirarse. Caminaron con la mirada hacia abajo, no salían palabras de sus bocas. Él levantó la mirada y vio que el camino de llegar a casa de ella terminaba, el portal lo tenían ante sus narices y tenía que despedirse, en su cabeza comenzaron miles de despedidas pero no daba con la correcta, ¿cómo le decía un adiós definitivo a ella? La miró, la cogió de la mano, mirándola sin mirarla le dijo: "Tengo que despedirme y no me salen las palabras", ella mirando hacia el suelo, tragó saliva y dijo: "No tienes por qué despedirte para siempre, sabes que si quieres podemos intentarlo". Él al escuchar eso sintió una gran escalofrío por todo su cuerpo, sabía que ella tenía razón pero su miedo y su cobardía era mayor que eso. Ella no se lo pensó y se lanzó hacia él sin dejarlo decir palabra, sus labios se encontraron, sus respiraciones se aceleraron y los latidos del corazón latían al mismo tiempo. Fue débil, con ella siempre lo era, y siempre lo sería. Se abrazaron fuertemente, tan fuerte que todas sus partes rotas volvieron a encajar, pero no fue por mucho tiempo, nada más separar sus cuerpos sintieron que todo volvía a desencajar, ahora sus corazones latían más fuerte, sabían que la despedida estaba demasiado cerca.
- Por favor, no me llames, no me busques, es lo mejor para los dos. Sabes que esto no puede seguir así, solo nos estamos haciendo daño. Y de verdad, que no puedo más con todo esto. A lo mejor así somo más felices y algún día, quizá, nos riamos de todo esto.
- Sabes tan bien como yo que jamás nos vamos a reír de esto, te lo veo en tus ojos, al igual que tú me lo ves a mí. Lo podemos intentar. Sabes que somos felices juntos. No dejes que esto termine, no dejes que tu miedo a que salga mal termine con algo tan bonito como es nuestra historia, por favor.
- Lo siento, tengo que irme.
- Te quiero, y siempre te voy a querer. ¿Nos volveremos a tropezar algún día?
Él no podía decir palabras, tenía un nudo demasiado grande en su garganta, la miró por última vez y sonriéndole, le dijo: "Cuídate, y sé feliz". Se marchó, al girarse sus ojos no aguantaron más y las lágrimas caían solas. No sabía si lo que estaba haciendo era lo correcto, la estaba perdiendo por temor, por sus miedos, su cobardía. Estaba cambiando el amor verdadero de ella, por la libertad. Y en el fondo no sabía si era lo que quería verdaderamente.
Ella se quedó en el portal, mirando como se marchaba, por dentro gritaba un "espérate", pero no lo sacó, decidió dejarlo ir, aunque le doliera en el alma. Era decisión de él, y ella siempre ha respetado sus decisiones, esta no seria menos.
Cuentos sin hadas