"Mi padre quería que fuéramos luchadores... No boxeadores o luchadores de verdad, aunque probablemente no le hubiese importado. Me refiero a luchadores en general..., ya sabes, en la vida. Metafóricamente hablando.
Me senté junto al cuadrilátero, tenía ocho años, hipnotizado por aquellos dos hombres que se sacudían, y durante todo el tiempo mi padre no paró de hablarme, a gritos, para hacerse oír con toda la gente que había: <<Noi le tienen miedo a nada, hijo. Y todos sus movimientos están calculados. Se mueven de una manera y o funcionan o no funcionan, pero aprenden algo de cada movimiento, de cada decisión>>".
Nadie como tú
J. A. Redmerski
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