viernes, 17 de julio de 2015

Si tienes un sueño... ¡a por él!

De pequeñas soñábamos con ser princesas, asistir a bailes y conocer a nuestro príncipe azul. Ese príncipe, tras un romántico beso, nos llevaría en su caballo blanco a su palacio, donde seríamos tremendamente felices y comeríamos perdices (aunque yo, como las perdices no me gustaban, las reemplacé por el pollo).

En la adolescencia el sueño cambió. Ya no queríamos ser princesas. Ambicionábamos ser guapas y apreciadas, que unos pantalones de pitillo y una camiseta negra al estilo Olivia Newton John nos sentaran de maravilla. Los años pasaron y los anhelos volvieron a cambiar. Deseábamos ser sexis, encontrar un buen trabajo y enamorar al chico perfecto. Y tras una boda de ensueño, tener hijos perfectos y pagar juntos la hipoteca perfecta.

Pero un día, de pronto, las grandes soñadoras dejamos de imaginar. Nuestras vidas estaban tan repletas de obligaciones (marido, hijos, trabajo, casa, hipoteca y perro), que ya no había tiempo para soñar. ¿Pero por qué nos pusimos límites? En mi caso, engullida por la vorágine de mi estresante vida, pasaron años hasta que, una madrugada, me senté ante el ordenador y comencé a escribir. Y soñé de nuevo con escribir novelas románticas y que un editor me llamaría. Incluso soñé que un día, igual que Carrie Bradshaw (la prota de sexo en Nueva York), firmaría en una revista de moda. Y aquí me tenéis, lanzándome al vacío. 

¿Quién no ha aspirado alguna vez a tener una casa o un trabajo mejor, o a ganar la primitiva? Todos soñamos.Pero existen dos tipos de soñadores: los que luchan y los que se limitan a fantasear. Yo creo firmemente que, cuando deseamos algo con todo el corazón, el universo entero se pone de nuestro lado para hacerlo realidad. ¿Quién no ha escuchado el lamento de una amiga por su triste existencia, mientras se queda sentada en el sillón? Las ganas que pongámos serán lo que diferencia nuestro sueño de los de nuestra amiga.

Nosotras mismas, en ocasiones, nos negamos la oportunidad de luchar, ya sea por pereza, miedo o inseguridad. Aún estando en el siglo XXI, por el hecho de ser mujer, anteponemos el bienestar de nuestra familia a nuestros proyectos personales. Y con el tiempo, nuestra conciencia nos recuerda lo que "tenía que haber hecho..."

En mi caso. "el tenía que haber" decidí cambiarlo por el "tengo que" y derribé los muros que yo solita había construido. Me apunté a un curso de escritura. Al principio yo, como Lara Croft, dispuesta a luchar contra dragones y villanos para conseguir que Te lo dije. mi novela, fuera una realidad.

Meses después de acabarla, tras haber bombardeado con mi propuesta a las editoriales, sonó mi teléfono y me propusieron publicar. Cuando colgué, grité "¡Lo he conseguido!", y es que una vida sin ilusiones es una vida vacía. Arriesguémonos y, sobre todo... ¡atrevámonos a soñar!

Megan Maxwell




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