Me cuesta mucho iniciar esta reflexión... No sé ni siquiera como empezar...
Supongo que por el principio estaría bien. Los amigos. Aquellos que continúan su camino, que se van a vivir lejos, ya sea por estudios o por trabajo. Me siento mal al decirlo, pero no todos son iguales.
Veréis, tengo a una de mis mejores amigas estudiando fuera a la que echo de menos constantemente y cada vez que viene a Madrid, hacemos lo imposible para vernos, aunque me toque faltar a clase o a ella cruzarse media ciudad. Hace ya bastante que nos conocimos, quizás por la forma en que lo hicimos, ella es muy importante para mí. Sin embargo hay otros amigos, que por algún motivo que no sabría explicar, es todo lo contrario, es aire fresco, es un descanso, un nuevo presente, en resumen, no te alegrabas de que se fuera, pero ahora, todo está más que bien. ¿Por qué? No lo sé.
Quizás debamos creer en aquello de amigos del alma, amigos de paso, amigos de temporadas... No lo sé, pero es algo que necesitaba escribir, decir al mundo o a quien me lea. Es extraño, porque a esa persona la querías, pero si ahora mismo, te sientas en silencio contigo misma, sale una interminable lista que llevabas guardada en tu corazón de contras, que por alguna razón mantenías oculta hasta la partida de esa amiga o amigo.
Las personas que nos rodean son eso, ¿no? Una lista de pros y de contras, donde nuestra balanza de la amistad pesa lo que vale más y nosotros decidimos con quien nos quedamos y con quién no. La amistad, al igual que el amor, no se puede calcular con exactitud. Por eso está ese dicho de "no sabes lo que tienes hasta que lo pierdes". Ese dicho siempre lo hemos mirado o entendido de forma negativa. Pero a veces puede llegar a ser muy positivo perder a alguien, borrarlo de tu vida, dejar que pase a formar parte de nuestra historia.
Es posible que sea mala al pensar así de alguien que se suponía que era mi amigo o amiga, pero estas cosas pasan, yo solo les doy forma y expresión y las escribo en mi blog. También es posible que me detenga a pensar mucho en las cosas, pero me resulta raro no echar de menos a quien debería.
Es más, es también bastante incomprensible echar de menos a personas que conocimos un día, o en el instituto o en algún sitio, que según las leyes de la amistad y del cariño, no tendría derecho a ese sentimiento.
Patricia Izquierdo Díaz
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