viernes, 10 de enero de 2020

10 de Enero

Estoy a diez minutos de que sea 10 de enero. Una fecha cualquiera. Una fecha más del calendario. Pero una fecha triste para mí.

Hace un año, me reencontré con una amiga tras un año sin hablarnos, lo arreglamos y lo arreglamos hasta hoy. Montadas en un tobogán y pasando mucho frío. Era jueves. Lo recuerdo como si fuera ayer. Y le conté que estaba hablando con alguien por Instagram, el famoso "pesado de Instagram". Que insistía en quedar. Y nunca veía el momento. Me costó mucho la verdad dar el paso. Y cuando lo di, no fue como nadie hubiera planeado.

Aproveché que estaba Cris para quedar en una gasolinera a las diez de la noche (realmente no recuerdo la hora, pero era de noche), un sitio público y con mucha gente (ironía). Pero así soy yo, le dije de quedar y era sí o sí. Y vino... Vino en moto. Y no en la del Domino´s como pensamos en un primer momento. En su moto... Apareció el motero. 

Se quitó el casco y venía con los ojos llorosos, ese casco que no le dejaba ver bien por la noche. Y me fijé en lo primero que me fijo... Ojos azules... ¡vaya...! No dije más. Solo "Soy yo, y esto es lo que hay". Estaba segura al cien por cien que en cuanto me viera, se iría, y que se iría para siempre. No soy nada del otro mundo. Y él, al verle, me parecía inalcanzable. Demasiado para mí. Algo a lo que yo no podía aspirar. Creo que sentí un pellizco en mi estómago, por supuesto que no eran mariposas, pero es esa sensación tan concreta que sientes cuando ves a alguien que te gusta. Me gustó, desde el primer día, desde ese 10 de enero.

Desde ese jueves, nos vimos juraría que todos los días. Aunque fuera para un café en cualquier parque. Aunque fueran cinco minutos. Y me enamoré en silencio, haciéndome la fuerte, fingiendo que no me importaba que tuviera a tres o a cinco, me daba igual, porque pasar cinco minutos con él al día merecía la pena. Y como os digo, en silencio fui a ver castillos, en silencio me fui a cenar a un chino, a pasear al campo... A Lisboa.

El final de todo ya lo sabéis. Le he dedicado muchas entradas. El final es que sigue doliendo, que echarle tanto de menos me está matando. Que me siento estúpida por sentir esto, porque él se fue y como he dicho en tantas ocasiones, en el peor momento de mi vida, justo cuando más le necesitaba. Nunca le dije que le quería, nunca. Pero creo que le demostré que contaba conmigo siempre, que me tenía ahí para enfrentarse a cualquier adversidad. No me arrepiento por ello, lo hago por mis amigos y como no lo iba a hacer por él. Lo realmente patético es que a día de hoy también estaría si me necesitara. 

Es un libro cerrado. No hay más capítulos, pero es un libro grabado a fuego en mi piel, en mi corazón, en mi mente. Y no sé porque la mente es tan puñetera que siempre te hace quedarte con las cosas buenas, cuando es más fácil revivir y recordar que fue un hijo de puta. Pero a día de hoy, me pesa más lo bueno que lo malo...

Como os digo, el final, lo sabéis, pero hoy (sí, hoy, acabo de ver la hora 0:03), es un día difícil en el que no puedo evitar llorar, recordar y echar de menos.


Patri Izquierdo Díaz



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