sábado, 4 de enero de 2020

La mejor Nochevieja de la historia (Parte II)

Después de bailar toda la noche, disfrutando como hacía años con cada canción. El Bollo anunció que el karaoke empezaba. El empotrador me subió a la pequeña tarima a hombros. Madre mía, me ha puesto cardiaca, qué forma de cogerme... ¡Volvamos a la historia!

Música de la movida madreileña. Por suerte me encanta la música de cualquier género, de cualquier época y todas me las sabía. Hasta Pimpinela... Que el Bollo subió a cantarla conmigo. Lo dimos todo. Me recordó a las veces que hemos bailado viendo amaneceres en cualquier descampado. En verano o en invierno. Y allí sólo estábamos los dos. Pimpinela, quién lo iba a decir... Somos especiales hasta para eso.

Me metí en el papel. Le mandé a la mierda cantando, y lo hice de buena gana, porque llevaba toda la noche matándome con la mirada y más aún si alguien se me acercaba. Sólo le hacía falta mearme encima. Y más que me miraba, yo más bailaba con uno y con otro. Hacerle rabiar es uno de mis deportes favoritos, me encanta cuando se enfada. Es como un niño con rabieta. Provocarle se había convertido en el juego de toda la noche.

A las 6.30, y recuerdo que yo solo iba a salir un rato, le dije que me iba, pero Lola Indigo me devolvió a la fiesta con su "Fuerte" y ahí el Bollo me enganchó. Bailamos como antaño, como cuando íbamos de discotecas, como cuando las cerrábamos. Volvimos a estar en el instituto. 

- Estás preciosa - me susurró al oído.

Y su respiración tan cerca de mí me hizo temblar. ¡Ay, madre! ¡Que no podemos! 

- ¿Quién lo diría con la que me has montado?

- Solo pensar que alguien puede pensar lo que yo estoy pensando, me mata por dentro.

- ¿Y en qué estás pensando? - pregunté sin dejar de mirarle a los ojos.

- En que no podemos - me respondió. Y yo me mordí los labios. Sentí cosas en mi tripa que creí que no volvería a sentir.

- No, no podemos.

- Y eso, aún me mata más - apoya su frente en la mía - ¿Te he dicho que estás preciosa?

- Dos veces - asiento con la cabeza.

- Me vuelves loco... Ese ingeniero ni se imagina lo afortunado que es.

Yo me callé. ¡Qué podía decirle! 


No hay comentarios:

Publicar un comentario

Nota: solo los miembros de este blog pueden publicar comentarios.