Y es que no hace mucho tiempo perdí el norte, pensé que estaba en el camino equivocado, veía como todo por lo que había luchado iba destruyéndose y eso me provoco muchas noches de insomnios que me robaron parte de mi salud.
Después de unos largos meses llenos de equivocaciones, lágrimas y de culpar al primero que se me cruzaba por delante, me di cuenta de que el único que tenía la solución para volver a encauzar mi vida era yo. Me senté, pensé, he intente calmarme y decidí cambiar mi manera de afrontar la vida.
Decidí que mi historia la escribiría yo, que las personas se van y la vida no se detiene, ni para ellos, ni para mí. Y pensé que ya había perdido demasiado, que era mi hora, que era mi tiempo, que era hora de ir a ritmo. De dar pasos pequeños, grandes y demostrar lo que valgo. Que sé que los planes algunas veces fallan, que las despedidas duelen, que los errores y las pausas también forman parte del aprendizaje.
Que todo tiene un principio, un fin y con el llegan nuevos caminos para llegar a ese “estoy aquí y no me voy a ir”.
Afortunadamente siempre es un buen día para empezar de nuevo, para olvidar los miedos, para perdonar y para reírte de la vida o reírte con ella “eso depende de ti”. Todos tenemos la posibilidad de escribir nuestra propia historia, de elegir nuestros coprotagonistas, de expulsar a quien no aporta nada o se salta el guión y va por libre. “Camina como un rey aunque no lo seas, camina como si no te importara nada… camina con tu propio paso”.
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