Y pienso en África, en el esqueleto raquítico de su suerte, en las piernas de alambre de la miseria, en sus países hechos de cucharas vacías, donde a la democracia se la mira como a un intruso y la esperanza no es más que una calle cortada.
Europa, la vieja mujer que nos contiene, donde la justicia es un ciudadano ilegal. Mujer que abre con la cadena echada al emigrante que fabrica muros de agua contra la pobreza y se ampara en un estrecho mar que diferencia el hambre de la obesidad. Una única moneda, muchas tristezas diferentes.
América del Norte, combate a tumba abierta, genialidad y salsa barbacoa, sus inolvidables solos de trompeta y sus avenidas de colesterol. Una película de Woody Allen y el tinte color dollar de Britney Spears, las poesías de Dylan tachando las patrullas fronterizas. Empate técnico, combate en tablas.
Sudamérica con el cuerpo a la intemperie, bossa nova y favelas, tanfo y corralito. Que reza a nuestros dioses que habla nuestras lenguas que arrasa la losa colonial por sus ciudades. Las piernas de la miseria jugando al balón en Copacabana, la belleza disparando en las laderas Incas del Perú, los bronquios talados del Amazonas, la cocaína inacabable del cartel de Medellín. Sudamérica no cabe en una cámara de fotos; Sudamérica cena arroz con frijoles, es la mujer más vieja del mundo, es el niño más hospitalario del planeta, es una niña convaleciente que se recupera; Sudamérica es una metáfora de Silvio; Sudamérica Aymara, Quechua, Guaraní; Sudamérica Mapuche, Inca, Charrúa; Sudamérica en pie.
Centroamérica caribe y cayuco, Cuba, Magreb americano. El Marxismo jugando al ajedrez contra el bloqueo la necesidad cruzando una y otra vez las calles de Puerto Príncipe. Una mujer cocinando tortillas en la calle. Centroamérica Inca, Azteca, Maya; Centroamérica Rastafari, Guajira; Centroamérica de dictaduras impuestas; Centroamérica es una letra de Bob Marley, el milagro sin ejército de Costa Rica.
Oceanía. Antípodas, un hombre llora en Sidney por cada niño que sonríe en Europa. Aínaeco, espejo. Antípodas, una esposa responde en Madrid lo que ayer preguntó un marido en Nueva Zelanda. Oceanía, cava un túnel hacia el centro de la tierra, qué poco sabemos de ti, guardas tus secretos en la bolsa marrón de los canguros. En la danza ancestral de los combates.
Asia nos mira con ojos rasgados, se tapa con un sari naranja y oculta tu tristeza bajo un burka. Asia mastica arroz en cada casa y corta pescado crudo en un restaurante. Asia se detiene cinco veces al día hacia la meca, llora tras un muro de Jerusalén. Se lava el destino en el Ganges. La nieve vacía de pisadas de Siberia, las tetas de agua del monzón, el amasijo de repúblicas que huyeron corriendo de la Unión Soviética. La Muralla China, serpiente de piedra; los peldaños imposibles del Everest. 8848 metros de Everest, 8852 kilómetros de a Gran Muralla China. Asia es el mejor deportista de todos los tiempo. Citius, Altius, Fortius, más alto, más grande, más fuerte. Asia es una ballena azul. Asia no cabe en este poema.
Marwan
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