Querido diario:
Soñar es la única forma que tienen nuestros miedos de abdicar en nuestras esperanzas. Por eso, normalmente -aunque no siempre-, para empezar a soñar primero tengo que caer dormida, que es muy parecido a claudicar. Cerrar los ojos, bajar la guardia y dejar que entren, haciéndose con el control, por una horas, en las que todo sale y nada cuesta, en las que todo cuenta pero nada vale.
Las noches que contienen sueños son noches que duran días. Noches en las que el verbo descansar no se conjuga. Además, siempre he pensado que somos tramívoros, animales que se alimental de tramas propias y ajenas. Por eso, ante la ingestión de cualquier historia, y su posterior digestión, con sus correspondientes dosis de ilusión, decepción, aburrimiento, rabia y expectación, podemos llegar a mantenernos despiertos y en vilo durante horas, incluso mientras parecemos seguir plácidamente dormidos.
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