jueves, 6 de febrero de 2020

6 de febrero de 2020

Hoy hace años que te fuiste. Bastantes.

Recuerdo perfectamente que el día 7, por la mañana cuando estaba viendo a mi primo Alejandro jugar en el parque de los Frailes de Leganés, aparecer papá vestido con traje y decirme la noticia. Una noticia que ya me olía. Que ya sabía... No sé cómo explicarlo, pero, lo sabía. Algo se rompió dentro. Algo me decía que ya no te volvería a ver. Nunca sabré explicar con palabras esa sensación. Pasé toda la noche rezando. Fue la última vez que recé. Después Dios y toda mi educación religiosa desapareció. Sí, con doce años. No te merecías un final así, tan improvisado, tan deprisa, sin apenas tiempo para despedirnos.

Aún duele escribir sobre este tema y se me pone la piel de gallina al pensar en ese día. De hecho, evito ese sitio, ese parque. No puedo ver esas canchas ni a papá en traje. Se me atraganta esa imagen, escuece... Dicen que el tiempo cura todo. Es mentira. Te enseña a vivir con heridas, abiertas o cicatrizadas, pero marcas en la piel que tienen historia. Normalmente tristes historias que cada vez que te mueves, tiran, se hacen notar y manchan la piel.

Seguimos echándote de menos cada día. Aunque no visite el cementerio. Tú allí no estás, abuelo. Tú vives en mi, en las fotografías, en mis recuerdos, en mi pasado. Eres parte de mí, y eso no está bajo tierra, te lo prometo, eso sigue más vivo que nunca. Por eso, el tiempo no cura, ni te hace olvidar.

Te querré siempre, una vida, dos vidas... Las que tenga. Cada día y cada hora, cada momento. Siempre.

Patri Izquierdo Díaz


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