Lo más doloroso de todo fue ese momento
en que descubrí que era incapaz
de explicarme a mí misma las cicatrices en la ilusión.
Fue imposible dar respuesta
al hecho de aquel hogar
destinado a ser cobijo para dos,
terminase en una cárcel
de reproches y lágrimas
de la que no sabía
-ni quería-
salir.
Tardé siglos en despojarme
de aquel fracaso que dejaría cojo
cualquier intento
de volver a empezar,
de nuevo, pero sin ti.
De pronto me vi pidiendo menú para uno,
bajando la cabeza ante parejas extrañas
que no cumplían ningún nosotros.
Hoy una aquella casa
-según me cuentan-
llora un niño sin tus apellidos,
y en la noche se escuchan esas risas
que nunca fueron nuestras.
Tardé siglos en borrarte
de mi lista de deseos,
pero el día que desperté sin tu recuerdo,
pude volver a empezar, ahora sí,
de cero.
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