La Atlántida se esconde en tu bañera
y en tu congelador el polo norte,
se sube al Everest por tu cadera
y nunca me reclamas pasaporte.
Tú finges que me quieres, yo lo acepto,
me llamas sólo cuando estás en cele,
tu cuerpo es una secta y yo un adepto,
no digas que es amor, sólo es consuelo.
Y no te lo reprocho, es tu derecho
pedir calor en noches solitarias,
un cuerpo al que abrazarse tembloroso.
Espero que ninguno se arrepienta,
las nuestras son apuestas temerarias,
jugar es a enamorarse es peligroso.
Luis Ramiro
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