sábado, 6 de octubre de 2018

Siempre tuya, Peter Pan

Quería escribirte esta carta desde hace mucho tiempo. No he podido hasta ahora, hasta que las heridas de tu ausencia han dejado de sangrar.

¿Recuerdas cuando nos conocimos en aquel despacho? Seguro que tú sí, siempre te acuerdas de todo. Estoy segura de que te sabes la fecha y la hora exacta del momento en que crucé tu puerta. Y allí te vi, detrás de esa mesa que me imponía tanto, un chico guapo, obvio, y fuera de mi alcance totalmente. ¿Ese era mi editor? ¿Seguro que no era un modelo sacado de cualquier revista de moda? Anonadada me encontraba cuando me sonreíste. A saber lo que pensaste de mí al verme allí plantada ante ti sin poder apartar mis ojos de ti. Tú siempre decías que fue un flechazo y yo te discutía cien mil veces que no. Pero esta es la verdad. Encontré a un ángel, fuera de mi alcance, con la mejor y más maravillosa de las sonrisas. Por no hablar de tus ojos con tonos verdes a los que no podía mirar fijamente sin ponerme roja. Así empezó, hace seis años ya.

Da miedo cómo pasa el tiempo. Estuve tan concentrada en ti, que lo siento, y vas a matarme de nuevo, no recuerdo la fecha. Sólo a ti. Los días pasaron y las conversaciones por las noches se hacían más largas. Cada día costaba más la despedida. No sé cómo ocurrió que te volviste parte de mi vida. Tus mensajes de buenos días, tus llamadas a las cuatro de la tarde, de nuevo, las conversaciones donde el objetivo era hablar, de cualquier cosa, pero hablar para sentirte cerca un poco más.

Valencia quedaba muy lejos para una niña de 20 años, incluso lo que se estaba forjando me quedaba muy grande. Soñaba con salir, con ser profesora, trabajar en mi futuro... Puede que suene muy egoísta, pero nunca antes tenía que haber pensado por y para dos. Los meses pasaron, y mi sinceridad sin filtros te encantaba, mi inocencia y mi parte infantil, te enamoraron como un adolescente. Flores, cenas, bombones... Todo eran regalos y detalles.

Me empecé a sentir incómoda porque no sabía cómo devolverte todo aquello que más que la realidad, parecía un cuento. Tengo que confesarte algo. Solo te quería a ti a mi lado. Llámame fría, o rancia, o niña. Contigo lo tenía todo, lo demás está demás como diría Mecano.

Tu organización de mi vida, nuestra vida, no me gustó. Mataste la magia de las sorpresas, lo inesperado, lo no planeado. Sabía que iba a pasar los próximo fin de semana del resto de mi vida. Dime tú si eso no mata a cualquiera. Te repito: sólo te quería a ti, por ser cómo eras, sin más ni menos. Me enamoré de la persona, no de tu tarjeta de crédito. Yo no soy como otras que hayas podido conocer, me enamoro solo de la persona.

Eras mi príncipe de cuento, pero yo no era tu princesa. Tú querías regalarme un castillo, y yo ya era feliz con mi casa del pueblo. Éramos distintos en todo. Y eso era algo bueno, al principio.

Un día, lo que tanto amábamos el uno del otro, nos molestaba. A ti mi sinceridad y a mi tu capacidad de planear a tan largo plazo.

Nos distanciamos. Es verdad que el amor estaba ahí. Llegamos a los cinco años. Agarrándonos a ese amor tan fuerte. Tan de verdad que no he vuelto a sentir con nadie.

Descubrí un día que algo en mi corazón se rompió en silencio. Era amor lo que brotó, dolor, porque te tenía que decir adiós. Llegó nuestra despedida, ambos lo sabíamos. Era lo mejor, antes de acabar rotos por completo. La única manera de salvarse, era separase. Algo ilógico en un primer momento. La razón nos decía, que si nos queríamos... ¿por qué acabar? Pero los dos sabíamos que era lo mejor (tú lo sabes, y yo).

¿Cómo lo haces de alguien a quién amas con todo tu ser? Son cinco años. Cinco años de momentos inolvidables, de tenerte siempre conmigo. Hicimos nuestro Madrid, y el mundo entero.

Ahora Valencia no está tan lejos. A mis 26 años, lo veo todo de otra manera. Nos quedó grande tanto amor y tan verdadero. No supimos llevarlo. Hoy, no me importa, ser sincera de nuevo. Te quiero, siempre te querré, es más, nunca he dejado de hacerlo ni por un instante. Y necesitaba decírtelo. Siempre, siempre, estarás en mí. Aunque el amor no pueda con todo, aunque el amor no mueva montañas.

Dicho esto, te voy a dar tu lugar en mi corazón. Estoy lista para empezar de cero. Conocer a alguien sin compararlo contigo. Me merezco una oportunidad, tanto de fallar como de afrontar lo que venga. Lo nuevo a veces da miedo, y sin pensarlo te quedarías con lo que ya conoces. Pero, ya lo sabes, nuestro amor no pudo con todo.

Te deseo lo mejor en esta vida... mi fallero, que sigas bailando con chicas en el salón, que te asomes a esa ventana, mi ventana, desde la que se ve Gran Vía. Sigue con tus motos, con tus viajes, con tus negocios, con tu vida... Sé feliz, mi amor. Que yo lo voy a intentar. Nos lo merecemos. Te mereces encontrar a esa princesa a la que tanto querías. Te mereces a alguien que recuerde las fechas y por supuesto, a alguien que no huya cuando lo lleves flores o le pongas unas velas. A alguien que te valore y te quiera así, con tu sonrisa... Con tu mirada, con tus miles de tatuajes. Siempre te querré, Peter pan.

Siempre tuya,
Campanilla.

Patricia Izquierdo Díaz


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