domingo, 29 de septiembre de 2019

Mi clase

Voy a hacer un mes en mi nuevo trabajo, en una Escuela Infantil que lleva régimen de colegio y que es de carácter religioso en Vallecas, de ahí, mis atascos todos los días en la M40 a las 8:15 de la mañana para poder llegar puntual a las 9.



Me está costando adaptarme ya que vengo de un colegio totalmente distinto. En este encontramos familias con posibilidades, es decir, hablando claro, adineradas, con mucho estilo, exigentes y que esperan que sus hijos sean los mejores del mundo entero a poder ser. Es muy distinto de la CEMU, que si tenéis interés os cuento todo sobre ella, porque para mí, es el mejor centro que hay precisamente porque es especial, distinto y favorece mucho más que el nivel académico que nos piden los inspectores, favorece la educación en valores y hacer crecer a nuestros niños como personas.

Aquí me obligan a llevar moño de maestra (sí, sí, maestra, no profesora), las uñas sin pintar e ir maquillada sutilmente, es decir, de señorita de antiguamente. Es muy curioso, nada de móviles durante el día, ni siquiera en la hora libre porque es para sociabilizarnos entre las compañeras, charlar, interactuar. Es como trasladarte a cuando nuestros abuelos eran pequeños. Se exige una educación muy exquisita dentro de lo que se puede porque no dejan de ser niños. El uniforme también es muy curioso, llevamos batas como los médicos, me refiero al pijama, pero tiene que ser de muñequitos y colores. Es muy bonito, no está mal.

Salvando estas normas que establece el centro y que son totalmente respetables, obvio. Tengo una clase de 20 niños adorables. Que ya por lo menos no me lloran tanto, solo me quedan tres o cuatro que aún les cuesta. Pero se han aprendido mis canciones, se sientan todos en la alfombra, vienen si les llamas (a veces), y cada vez que me ven por el patio o por un pasillo, aunque nos acabemos de ver, vienen todos a besarme, a abrazarme, a contarme sus problemas con sus lenguas de trapo (a algunos no les entiendo aún, pero poco a poco) y esa es la magia de mi trabajo. 

Das mucho, das hasta que no puedes andar un viernes, que la espalda te mata, la cabeza sientes que te estalla, al final del día sólo quieres dormir y escuchar el silencio, pero a cambio, te dan tanto amor, tanto cariño, te dan tanto... Que lo compensa todo. Que estar hoy domingo haciendo programaciones de inglés, porque también soy la "teacher" y la encargada del departamento de inglés, lo compensa con creces. Amo mi trabajo como lo amaba en la CEMU, estoy muy contenta de empezar en otro sitio en el que de momento estoy bien. Con una chica de prácticas, que... ¡oh mamma! Dios nos piche confesados... (no digo más), pero todo es tiempo, adaptarse, esforzase por cumplir unos objetivos y la verdad, es que trabajando soy feliz, muy muy feliz.

Patri Izquierdo Díaz


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