martes, 17 de septiembre de 2019

Perdemos siempre

Nadie gana sin dejarse algo por el camino. O alguien. Perdemos siempre, queriendo y sin querer.
Vivimos atardeceres, islas, continentes. Echamos de menos abrazos de martes por la tarde, cervezas de viernes, pucheros de domingo.
Conocemos culturas, caminos, ciudades. Olvidamos rutinas, personas, amigos.
Exprimimos tiempo, mapas, destinos. Trituramos kilómetros, filtros, baterías.
Extrañamos vidas que se comparten a distancia. Añoramos tiempos de mudanzas al mismo sitio.
Soñamos insomnios de almohadas parecidas pero nunca iguales. Creemos que el siguiente es siempre el último viaje.
Despertamos en camas que nunca esconden nuestros miedos. Los facturamos en cualquier vuelo con bagaje, sin anclaje ni andamiaje de mano.
Sentimos que el calendario se escurre entre plazos que entregan y no devuelven. Por un dinero que es imposible gastar, porque nada es nuestro y somos de cualquier lugar que visitamos a cambio. Euro y dólar. Tiempo y soledad.
Somos y estamos, o viceversa al revés. Sin terminar de ser ni enraizar. Sin terminar de estar por regresar.
Y en mitad de todo esto, siempre amanece entre las nubes que cubren el origen que fue destino hace tan poco, que cualquier parte es parte de un todo que nunca nos termina de pertenecer, y del que siempre terminamos marchándonos.
Y al final, cuando por fin llegas, cuando la salida te lleva al lugar desde el que empezaste, has ganado. Y has perdido. O ambas. Dos. A la vez.
Alejandro Sotodosos


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