miércoles, 25 de septiembre de 2019

Quien dice lo que no debe, escucha lo que no quiere

- ¿Estás bien? Estás muy callada - me pregunta desde el sillón.

- Estoy cansada... He tenido mi primera reunión de padres en el cole y no he pegado ojo - le he respondido en vez de decirle, he estado pensando en ti y en nuestra situación, porque estamos en el limbo de algo que no entiendo y estoy cansada de vivir cosas que no comprendo. Pero no soy lo suficiente valiente para decírselo. No en caliente.

- ¿Y ha salido bien? - insiste.

- Sí - contesto secamente.

- ¿Quieres que te relaje? - me pregunta besándome.

- No, de hecho, me gustaría estar sola... - le digo, sabiendo que estoy mintiendo como una campeona. No quiero estar sola, quiero la compañía de otra persona, y contarle a otro que tal mi día. Llevo toda la tarde mirando su número. Ni siquiera le veo en línea. Cualquier día me desaparece su foto de perfil y sabré que me ha borrado para siempre. Cosa que debería hacer yo y dejar de ser una pelele.

- ¿Quieres que me vaya? - pregunta extrañado.

Besa muchas bocas quien ha perdido la suya. ¡Y qué gran verdad es! Le miro y lo tiene todo, y es increíble como besa, como toca, como roza y te pone los pelos de punta, pero no termina de funcionar. Y encima es mi mejor amigo. 

- Si quieres quédate a cenar y vemos algo en la tele - le respondo rápidamente, en el fondo me siento fatal por mentirle, mejor dicho por ocultarle lo que hay en mi cabeza.

- Te hago la cena. ¡No digas más! - se levanta como un cohete hacia la nevera y la abre - ¿Cómo pretendes que te haga la cena si la nevera hace eco.

- ¡La compra! Dios mío, no me ha dado tiempo. He tenido cita en el médico de Zarzaquemada y no me he acordado - ¿Dónde tengo la cabeza? Esto es lo que tiene vivir sola.

- Patri... ¿Te has olvidado de comprar? Tengo que empezar a preocuparme por el tema de la comida... ¡otra vez! - me mira enfadado.

- No tengo ganas de discutir - le aparto buscando mi tarjeta para bajar en un momento a por algo para comer.

- Ya estamos discutiendo. ¿Qué te pasa? ¿Tienes la regla? ¿Qué pasa? Explícamelo. ¿El trabajo? ¿El médico? ¿Tu familia? - empieza a lanzar preguntas al aire.

- Odio que me digas que si tengo la regla cada vez que discutimos. ¿Y tú, la tienes? Porque eres el que no paras de pinchar. ¡No me pasa nada! Estoy bien, ¿vale? - Y me siento peor por mentirle.

- Pues deja de tocarte la oreja... ¡Porque es mentira! Y creo que me estoy haciendo una idea de lo que te pasa. El único tema que me has contado con medias verdades desde el principio... ¡El puto motero! ¿Te ha hablado? - "Ojalá", esa palabra pasa por mi mente mientras veo que su expresión empieza a cambiar.

- No. Ya es historia. No tiene nada que ver con él - "mentirosa" me llama mi conciencia más interna.

- ¿Es otro?

- ¿Qué otro? ¡Como si tuviera un harén! No hay otros, no hay nadie... - Cagada... Si es que... un filtro en mi boca no vendría nada mal, y ya no hay vuelta atrás.

- Gracias por llamarme "nadie". ¿Eso soy para ti? ¿Nadie? - sus preguntas me empiezan a acorralar - ¿Entonces qué somos? ¿Amigos? Porque esa palabra se nos ha quedado pequeña, ¿no crees? En cuanto te empotré y te pusiste a gemir porque te toco...

Mi mano impactó en su cara. No es la primera vez que se la cruzo. Pero es que es el único hombre que saca lo peor de mí.

- ¡Eres un gilipollas! Eso es lo que eres - me di la vuelta y conté hasta cien. No fue suficiente, respiré y conté hasta mil - Lo siento, no debería haberte pegado.

- Va a ser mejor que me vaya... Además hoy me están esperando - me contesta recogiendo sus cosas.

- ¿Cómo puedes dormir tranquilo haciéndole a ella esto? - me arrepentí de esa pregunta según salió de mi boca.

- Porque ella no eres tú - dijo acercándose por mi espalda - A mi me dolería que volvieras a saber algo del motero, porque eres tú. Y a ti no te quiero compartir.

- ¿Y yo te tengo que compartir a ti? - pregunté sin darme la vuelta a mirarle.

- Eso solo está en tus manos. Pídemelo... - hizo una pausa - Pero nunca te decides a hacerlo. En algo le doy la razón a Peter Pan, y es que lanzas la piedra y escondes la mano. ¿Me quieres? Demuéstramelo. Pero no voy a dejar a una persona que me hace feliz por alguien que no tiene nada claro - dijo poniéndose la chaqueta - Bueno, algo claro tienes, le quieres a él. A una persona que no te puede hacer más daño, al que le importas una mierda, el que no ha querido volver a saber de ti, el que te dejó cuando más lo necesitabas... Ese que no quiere a nadie, y que solo hace daño. Eso es lo único que tienes claro. Pero, Patri, y esto es al margen de lo que yo pueda sentir, todas tus amigas te avisaron sobre él. Todas, sin excepción, además desde el primer día. Y te lanzaste, y le esperaste, y te fuiste con él de viaje, aún sabiendo lo que todos opinábamos y lo que seguramente iba a pasar, que tú te convertirías en una más. No esperes un mensaje de él. No lo vas a tener. Empieza de cero, vales mucho más que él. Mucho. Eres más guapa, eres mejor persona, porque le das mil vueltas en todo. Eres más inteligente y más lista. Eres superior en todo. Busca a alguien que esté a tu altura... Y que te quiera, que te quiera tanto como los que estamos a tu alrededor. Que te ame con tanta locura que te muestre a todo el mundo, que no te borre y finja que no te conoce si te ve por la calle. Eso es lo que quiero para ti.

- ¿Y ese eres tú?

- Desgraciadamente, tengo más competencia. No dudo del amor que siente Peter Pan por ti. Me parece sincero. Pero es obvio, que yo te quiero, y te lo demuestro cada día...

Me di la vuelta y le miré a los ojos. "¿Qué estoy haciendo?" me puse de puntillas, le agarré del cuello y le besé. Le besé suave, lleno de agradecimiento por quererme tanto. Le acerqué más a mí y el me cogió de la cintura. Le empecé a desabrochar la camisa y él a desnudarme subiéndome en la mesa del comedor. Ya estoy perdida...

Patri Izquierdo Díaz


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