Acabo de entrar por la puerta de mi casa... y son las 9:30 de la mañana. Todo empezó anoche...
- ¿Qué haces? - vi un mensaje en mi móvil.
- Viendo series - le contesté.
- Es noche de tormentas, ¿qué haces que no bajas a verlas?
- Estar en el sofá, y me duele la tripa... Déjame que ya es tarde.
- Estoy abajo. Ponte algo y baja.
Tras discutir con él si bajaba o no, porque es un cabezón, terminé haciendo lo que él quería, básicamente como siempre.
- ¿Vamos a Porcelanosa? Desde allí se tiene que ver bien.
Me empecé a reír. Sé lo que significa para él ese sitio. Son muchos años ya como para sorprenderme ahora. Pero es cierto, desde allí, las tormentas se veían impresionantes.
- ¿Llevas un colchón en la furgoneta? ¿Esto qué es, la casa de veraneo?
- Nunca sabes si la gasolina dará para el regreso... A veces hay que hacer noche en algún sitio, como hoy... Con este diluvio.
- Como hoy, ¿no? Ya... - nos empezamos a reír. Creo que mi risa era de nervios. Estaba muy nerviosa así que cambié de tema - Es alucinante como se enciende el cielo.
- Hay cosas más alucinantes que yo veo ahora mismo: una sonrisa preciosa, que cada vez que la enseñas en Instagram me pone cardíaco, una melena de leona, una mirada que brilla con luz propia... Hay cosas más alucinantes que la tormenta ahí fuera, créeme. Y por no hablar de unos labios mordibles.
Me quedé sin palabras, solo me quedé mirándolo. Mi cabeza gritaba "para esto", pero no... Los truenos no me dejaban escucharme.
- ¿Sabes la de veces que sueño con besarte? ¿Con estar dentro de ti? - me preguntó acercándose más a mí.
- Lo sé - me mordí el labio. Que el cielo nos pille confesados - Pues... bésame.
- Un día te dije que me lo acabarías pidiendo. Y ha llegado el momento. ¿Qué crees que debería hacer contigo? - me respondió acariciándome la cara.
- No pensar... Sólo... Actúa - Y me besó.
Me besó como nunca antes había hecho ni él ni nadie. Sentir que el corazón te explota, que en el pecho no te entran más sentimientos, y el calor que te recorre el cuerpo solo con el roce de su lengua en mis labios. Este torrente ya no se puede frenar. Le cogí de la cara y besé desesperadamente. Le mordí, le hice saber que allí se quedaría mi marca, que por fin ha llegado nuestro momento en una noche mágica bajo esta tormenta de verano. No podíamos haber elegido mejor noche. Qué placer, qué descontrol, que obnubilamiento, desconcierto, pero no estaba para pensar.
Me empujó hacia la zona de atrás de la furgoneta.
- ¿Estás segura? - me susurró al oído entre jadeos - Porque yo no voy a parar esto.
La piel se me erizó, sentí un escalofrío. Estaba muy nerviosa, ¡ni que fuera mi primera vez! Pero sí con alguien que le adoro más que a nadie en este momento.
- Yo tampoco voy a pararlo - y volví a besarle aún con más ganas. No podía evitarlo. Todo este enorme hombre era mío. Al menos por esta noche. Todo para mí.
- He soñado tantas veces con este momento - iba diciendo mientras me desnudaba - ¿Tienes frío? Tienes la piel de gallina.
- Esto... es lo que tú provocas en mí - le respondí mordiéndole la oreja y regando su cuello con besos.
El resto me lo guardo para mí. Ha sido la mejor noche de toda mi vida. No voy a pensar en el mañana, que es hoy. Posiblemente, no voy a contarlo a mis amigas, si leen el blog, me preguntarán quién es este personaje, porque como habéis comprobado, no he mencionado ningún nombre. Y no lo haré. Me lo guardo para mí. No voy a pensar en las consecuencias de esta noche. Sólo en la sonrisa que me ha pintado, en el brillo de mis ojos, en que hace mucho tiempo no me sentía ni tan viva ni tan querida. Mucho, muchísimo tiempo.
En lo sexual, acabas de destronar a mi número uno. Y lo peor de todo, es que esta mañana queríamos más, los dos. Creo que he dado con la horma de mi zapato. Y eso ya lo intuíamos. Eso estaba claro. Y más cuando he llegado a casa, y el timbre, vuelve a sonar. Hay algo que me asusta y mucho, más que las propias consecuencias... Me acabo de montar en un unicornio de color rosa... y la vida se me ha llenado de colores. No me estoy ilusionando, no. Otra vez no. Pero... ay, dios mío, creo que el no parar de sonreír, el sentirme de nuevo mujer, persona y alguien valorada, me estoy liando. Supongo que son el inicio de las consecuencias que asoman ya. ¿Qué vamos a hacer con esta noche? Guardarla en un cajón y que nadie sepa nada. Fingir que no ha ocurrido... Pero lo siento, de momento no puedo, y voy a seguir disfrutando de ti hoy y mañana.
Así que preparemos víveres que de aquí no salimos. Te quiero dentro de mí... de nuevo.
Patri Izquierdo Díaz
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