- Ven, déjame que te tape los ojos como en la azotea de Callao.
Sabía que iba a tropezarme por la cuesta que da al chorrito. No se oía nada más que el sonido de los grillos en medio de la noche.
- He reservado el bar de la piscina - me susurró al oído.
- ¿El bar entero? - pregunté girándome hacía su boca.
- No, boba, aprovechemos que hoy es miércoles y ya no queda nadie en el pueblo. Vamos a estar solos... Ven sígueme.
- No me sueltes - le pedí.
- Eso nunca.
Bajamos los escalones que dan al bar y me quitó sus manos de mis ojos.
- ¿Qué te parece? - me preguntó Nacho.
- Que me encantan los chipirones desde hace no mucho - dije viendo las distintas raciones que estaban en la mesa junto con dos copas de vino, tres velas y un mantel de color granate - ¿Qué es esto, Nacho? - le pregunté poniéndome un poco nerviosa.
Nacho y yo para que os situéis, tenemos una relación solamente sexual. Y solo en el pueblo, aún siendo de Madrid. Lo "dejamos" cuando empecé a hablar con el motero, y decidí esperarle y esperarle durante meses. Volvamos a esta historia. La única vez que le salió el lado romántico fue el 4 de enero en una azotea de Callao en Madrid, ese día dije que quería dejar lo que estábamos haciendo. Estaba ilusionada con alguien, y quería empezar con buen pie. Pero esta noche me ha cogido de sorpresa. Y la voy a disfrutar.
Me siento justo al lado de él. La forma de sentarse a cenar es muy importante, y los dos estamos de acuerdo. Aparta el pan que está entre nosotros. Bien, directo. Sí, señor, iniciativa. Pero no me mires tan intensamente, porque los ojos claros me pierden. La boca se me seca, me humedezco los labios. Ya estoy perdida. Patri, siéntate recta, mira hacia otro lado, y bebe, bebe vino. Madre mía. Se me ha hecho un nudo en la garganta, en el estómago y vaya usted a saber en qué sitio más. ¿Me estoy poniendo nerviosa? ¿Con Nacho? No creo. No. Para nada. No.
- Bueno, ¿y qué tal en el pueblo? - pregunta mientras come un trozo de pan.
- Bien, todo bien - respondo mientras me toco la oreja. Si yo te contara...
- ¿Y con el chico de Instagram? - la pregunta del millón. Poco ha tardado en salir el gordo.
- Amigos, no llegamos nunca a nada. Y ahora menos - respondo y sigo bebiendo.
- ¿Sólo amigos? Si le trajiste al pueblo creo que me dijeron... - dice mientras me echa más vino en la copa.
- Nacho, ¿te importa si no hablamos de él? Es que últimamente le tengo hasta en la sopa, y no me apetece pensar en él. Vamos a cenar... chipirones, y todo lo demás... ¿vale? - le respondí algo tensa. Esto me está costando la vida. ¿Es una especie de cita esto? No me está gustando un pelo, de hecho, me siento muy incómoda.
- Nacho - le llamo - ¿A qué se debe todo esto? Nosotros no hacemos... - explico indicando a la cena - toda esta parafarnalia. Nosotros lo hacemos fácil.
- Hace ocho meses que no sé de ti. Me parecía feo entrar a matar. Pero si eso es lo que quieres... - Me agarra la cara y me besa. Me besa como sólo él sabe hacerlo, tan distinto a los demás... Me pasea su lengua por mi labio inferior y luego lo succiona... No dejes de besarme porque ya he perdido el control de todo- ¿Así está mejor?
- ¿Vamos al postre directamente? - pregunto algo acalorada.
- Come. Necesitarás fuerzas...
La noche ha pasado entre risas y recuerdos muy rápido. Ahora llega el momento del "¿qué hacemos ahora?" Es el peor momento, porque nunca sé qué decir, ni siquiera sé llevar la iniciativa de esto. Y le paso la patata caliente a él.
- Bueno... - suspiro. ¡Huye! ¡No quieres hacerlo! No estás preparada. Esta vez no estás en un hospital con las defensas bajas. No estás preparada Patri... me digo a mí misma. Rubio y ojos claros, pero no es él. Patri, usa la cabeza (la que está encima de los hombros) - Es mejor que...
Y él me coge en brazos y me lleva a la pared del chorrito. ¡Oh sí, un empotrador nato! ¡Aleluya! Y me besa, y me muerde, y me hace arder y perder el control de mi cuerpo. Ahora sí, ahora soy un simio. Tú diriges, majo. Y aparece su mano bajo mi vestido. Él se las apaña para encontrar de nuevo el camino que tanto conoce. Y como siempre, nos da igual el sitio, la hora y quien haya alrededor (¿repetimos lo de la iglesia? se me pasa por la mente). Somos así, somos un buen equipo en el tema del sexo. Somos animales en busca del placer individual, egoístas, incansables, fogosos y pasionales. Y así lo demostramos cada vez que nos vemos.
Es con la persona que mejor me he entendido en este aspecto. Y, en mi opinión, juraría que es porque no existe ningún tipo de sentimiento más allá de la atracción que nos pone como fieras... Y la noche, continuó... Hasta que las estrellas desaparecieron y los primeros rayos de sol se colaban entre las montañas. Necesitaba una noche así. Con besos, mimos, cariños, cena... (sobraban las velas), volver a sentir que le importas a alguien. Noches en las que desconectas por fin de todo, y le susurraría... "No te alejes", pero no... Esto es lo que es. Es como emborracharse... Al día siguiente tu vida te espera tal cuál la dejaste, y sigues con los vacíos, las batallas, el motero, la familia, el nuevo trabajo, el juicio... todo... Te está esperando todo. Aún así, gracias por hacerme vivir una noche muy especial, a pesar de ser nosotros, y que lo especial no nos queda bien...
Patricia Izquierdo Díaz