jueves, 15 de agosto de 2019

Los “por si acaso” y la relaciones tóxicas

Recuerdo cuando era pequeña y nos íbamos de vacaciones mi madre, mi hermano y yo. Ya podíamos irnos solo 10 días, que mi madre se llevaba la casa entera. Literal.

Cuando le preguntabas si realmente necesitaba 4 maletas grandes para 10 días, te decía:
‘pues sí por que nunca sabes qué tiempo va a hacer ni lo que vas a hacer, así que llevas ropa de fiesta por si acaso sales, ropa de montaña por si acaso vas al monte, ropa de abrigo por si acaso hace malo, ropa más ligera por si acaso hace mucho calor…’ Y así una larga lista de ‘por si acasos’.
La cara chunga del ‘por si acaso’ salía a relucir cuando llegábamos al aeropuerto o cuando nos subíamos al coche: mil maletas que tienes que arrastrar, levantar, coger, subir, bajar…. Que te ralentizan, te agobian, te aburren, que tienes que encontrar a alguien que te ayude y que cargue la mitad (o todo) de tu lastre porque tú no puedes con ello sola.
Al final, el inicio y la vuelta de las vacaciones eran un suplicio para ella y para los que la rodeábamos; nadie respiraba feliz hasta que esas maletas estaban deshechas y bien escondidas debajo de la cama (o en un armario).
Lo peor de todo era que al final, de todo lo que se llevaba sólo usaba cuatro cosas, las cuatro que ella sabía que iba a usar seguro. Porque ‘por si acaso hace mucho frío en Mallorca en pleno agosto me llevo un abrigo de piel’ era un supuesto que todos sabíamos que no existía. ‘Por si acaso subo a la montaña me llevo ropa de senderismo’ era otro que estábamos casi seguros de que no iba a pasar, porque a ella no le gusta el senderismo sino los paseos largos por la playa al atardecer.
En resumen, si mi madre no contemplase tantos ‘por si acaso‘ cada vez que se va de vacaciones, sería probablemente más feliz y los demás no sufriríamos por ella al verla intentando sobrevivir con dignidad al hecho de arrastrar 50 bultos de manera agónica.

Los por si acaso y las personas tóxicas

¿Dónde quiero llegar con todo esto? A lo siguiente: la vida es como una maleta. Sí. La maleta de viaje podría ser el símil perfecto de la vida.
Muchas veces dejamos mil opciones abiertas ‘por si acaso’ y arrastramos situaciones, relaciones, trabajos, tareas, personas y mil cosas más sólo porque nos engañamos diciéndonos que esto en algún momento puede servirnos.PUES… NO.
Tú sabes perfectamente que una persona con la que sufres, lloras, dudas, te sientes agobiada e intranquila es poco probable que vaya a ser una persona a largo plazo en tu vida, pero no cierras ‘por si acaso’. Y yo me digo: ¿por si acaso QUÉ? ¿Por si acaso esa persona cambia? ¿Por si acaso tú cambias y de repente todo lo que te dolía de ella ya no te duele? ¿En serio? ¿Crees que eso va a pasar después de, digamos… 5 años? hablamos de “gente tóxica”
Porque hay gente que arrastra relaciones que no van a ninguna parte cinco años y seis y diez! Y ojo que hablo no sólo de relaciones de pareja, sino de todo tipo. ¿adicta a los amores tóxicos?
Ese ‘por si acaso’ está muy bien (o no), pero con un límite. No se pueden tener TODAS  las opciones abiertas ETERNAMENTE. El miedo a cerrar, el miedo a no saber lo que podría ser, a no ‘aprovechar todas las oportunidades’, aferrarse con uñas y dientes a que nos salga un trabajo o una relación… cualquiera de estas razones puede ser tu excusa para no cerrar, pero al final son excusas. ¿gente tóxica en la oficina?
Si nos escuchamos nos damos cuenta de que si fuésemos valientes, habríamos cerrado ese por si acaso hace tiempo o ni si quiera lo habríamos abierto para empezar.
Igual que arrastrar cuatro maletas por el aeropuerto y media ciudad no es agradable, arrastrar personas y situaciones innecesarias y no realmente deseadas en nuestra vida, es un lastre. No cerrar los por si acaso sólo deriva en perder nuestro foco, dejar de centrarnos en lo que nos importa, perdernos a nosotros mismos, vivir angustiados y sobre todo, en perder tiempo de vida.
Y aquí estoy yo para recordaros que la vida no es eterna y el tiempo no se vende en la sección de congelados del súper.
Plantéatelo de la siguiente manera: imagina tu vida como la barra de batería del móvil. Todo el tiempo que hayas disfrutado, que hayas aprendido, vivido, reído, llorado de emoción, amado, explorado, descubierto… todo ese tiempo va a estar representado por el color verde dentro de la barra de batería.
Por otro lado, todo el tiempo que te hayas agobiado (con cosas que no importarán en un futuro), que hayas sufrido por voluntad propia (porque no cierras ‘por si acaso’), todo el tiempo que hayas dedicado a intentar hacer que algo que en el fondo sabes que no quieres, salga bien… todo ese tiempo está en rojo en el icono de batería.
El problema de la vida y el tiempo que tenemos en ella es que no hay cargador. No puedes descargar la batería roja y renovarla con batería verde. Cada segundo que pase, no tiene vuelta atrás.
Estoy segura de que todos queremos que al final nuestra batería sea completamente verde. Verde no implica que en la vida sólo te pasen cosas buenas; verde quiere decir que aprendas de todo, que las situaciones negativas que vivas no sean porque tú las creas y permites que se mantengan en el tiempo, que no vengan de tener miedo a cerrar, sino que vengan de ser valiente y escucharte.
De decidir cerrar ese ‘por si acaso’ que sabes que no va a llegar.


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