martes, 31 de diciembre de 2019

De madrugada

Llegar de estar en Porcelanosa con el ingeniero a las 2.30 de la mañana no ayudó nada a lo que me encontré en casa. Una casa en la que tengo que vivir por dictamen de un juez. 

De esto nunca he hablado. Pero estoy cada vez más cansada de salir huyendo de casa en plena noche para resguardarme en mi piso de San Nicasio (te debo la vida, literalmente, Peter Pan). Hay días que no puedes más, que las palabras se te cuelan en el corazón y lo hacen estallar en mil pedazos. Doliendo, quemando, abrasando, derritiendo lo poco que te queda de él... Y lloras. Y la bofetada es aún más grande. Te hace llorar aún más de humillación, de impotencia... Y la vida no vale nada. De nuevo, nada tiene sentido. Y rezas porque esto acabe ya. Rezas porque todo esto termine.

Y gritas, y lloras... Y echas de menos al motero. Pero no está. Y sabes a quien acudir, al que cada día te demuestra más que amor. Más cariño del que nadie podrá recibir más. Y la imagen que tenías en la mente, se borra, se va como se fue él. Y aparece el de siempre: Superman.

- Hacía mucho... - me dice al recogerme en el portal.

No dije más. Me abracé a él como una niña pequeña. Me acunó, me peinó, me limpió el rimel corrido. Y me besó en la frente.

Esto no se lo he contado a nadie. Estoy casada de vivir esto día tras día, pero ayer... No pude más. Y mi sonrisa se apagó. 

- Vámonos - me susurró.

- No... - me negué - No tengo nada.

- No te hace falta nada. Déjame curarte - me dijo seriamente - Son casi las tres de la mañana.

- No puedo hacer más de lo que he hecho.

- Lo sé - respondió recostando su frente con la mía - Yo tampoco sé qué más podemos hacer, pero no puedo soportar más verte así.

Fue a besarme en el portal.

- No - dije rotundamente - No soy el motero. No hago esto.

Él suspiró. 

- Perdóname - yo asentí. Le miré a los ojos y sentí que me saltaba el corazón. Protegida, querida, salvada, y en paz. Me da paz y eso es lo más cerca de la felicidad que puedo estar.

- No sé ya como agradecerte esto... Perdóname tú a mi.

- Shhh... ¿El ingeniero sabe todo esto? - me preguntó.

- Algo, pero no todo. No quiero que se vuelvan a ir... - Él asintió. Sabía que no opinaba como yo, pero me respetaba. 

Respetaba el silencio por miedo a perder. El silencio que a día de hoy incluye a mis amigas. Sonrío, subo fotos mostrando lo bien que estoy... Pero mi vida no cambia... Y ya sí que no sé hasta cuando podré aguantar.

Patri Izquierdo Díaz


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