Ya sabes de sobra que soy un náufrago hipocondríaco. Me ahogo muchas veces en la primera dificultad. Nado regular y muchas veces me cuesta salir a flote.
Estaba allí, tumbado en la arena de mi isla desierta. No me atrevía a salir. La alta mar me daba mucho miedo. Y me cuesta bracear cuando el agua cubre demasiado.
Pero tú me abrazaste, fuiste aire cuando ya no podía más. Y atravesamos tormentas, esquivamos piratas, nos mojamos con la lluvia, fuiste mis manguitos, mi cascada, mis chapuzones.
Y ahora aquí estamos en tierra firme.
Nada más pisarla y dejar nuestras huellas para siempre, como Neil Armstrong, te dije: "Quédate".
No dijiste nada, agarraste mi mano y ahí seguimos surcando mares.
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