- Hola - entro despacio en el taller y le veo tirado bajo un coche.
- Hola - responde de manera muy seca - ¿Qué haces por aquí? - me pregunta mientras yo reparo en el coche rojo que vi en el accidente de la entrada de Fuenlabrada.
- Hace mucho que no sé de ti.
- Necesitaba un tiempo - me responde.
- Somos los reyes de los tiempos - le digo acercándome a esos coches y siento que se mueve por detrás hacia a mí.
- Me dijeron que estabas allí... - le miro - En el accidente - me aclara - Si te hubiera pasado algo...
- Eso mismo pensé yo de ti... Reconocí los coches...- dije mirando fijamente a ese montón de chatarra.
- Estuve a punto de llamarte.
- Pero no lo hiciste...
- Estaba dolido contigo - reconoció - Y quería pedirte perdón por ser un cobarde. Por no hacer caso al corazón y dejarme guiar por la cabeza.
- Hubo un tiempo, no muy lejano, que la cabeza te la dejabas en casa mientras íbamos a boxeo. Donde empotrarme era tu mayor prioridad, y... apuesto que eso no lo pensabas con la cabeza de encima de los hombros.
- Te quiero, eso no ha cambiado. Pero no voy a dejar mi vida, Patri. Ahora no, ya somos mayores, y perdimos esa oportunidad que tanto estábamos buscando.
- Eres igual que el motero... ¿A lo que ha pasado entre nosotros lo vas a llamar oportunidad? Y déjame adivinar, tú tampoco crees en las segundas oportunidades... ¡Sí, ya me sé la historia!
- Para nada, yo no tengo nada que ver con ese gilipollas. Nosotros no hemos tenido ni una, la tuvimos y no la aprovechamos por cientos de motivos que ahora mismo no vienen al caso sacar, pero, la tuvimos.
Le miré a los ojos. Este hombre no abandona. Aquí está, intentando salvarnos de la hoguera en que nos metimos en mayo. Le he cogido de la cara y le he dado un beso en los mofletes que tiene. Por un momento he dudado donde dirigir mis labios, pero... Si vamos a intentar salvarnos del fuego, lo haremos por el camino de la castidad y la amistad más pura que hay.
- Yo también te quiero. No he dejado de quererte en dieciséis años. Y me has demostrado, a día de hoy que juntos superamos cualquier obstáculo. Sin abandonar, haciendo un equipo, confundiéndonos. Y me encanta eso de nosotros.
- Y no vamos a perderlo.
- No... Me niego, bollito mío - le digo mientras me envuelve entre sus brazos y yo me hago pequeña. Me inunda su colonia y cierro los ojos. Acabo de volver a casa - Te quiero, Superman.
- Enséñame el tatuaje de WonderWoman - me revisa la espalda.
- No está en la espalda... Sino un poco más abajo...
- ¿En el culo? ¡Qué hortera eres!
- Idiota, en el culo no - me bajo los pantalones y un poco la ropa interior y se lo enseño. Veo su cara, y su boca... No tiene mucho que decir - ¿No te gusta?
- Me gusta demasiado...
- ¡No, no! Mente fría, ¡respira! Somos amigos... de nuevo.
- Me vas a acabar matando... ¿No te lo podías haber hecho antes? - me pregunta mientras me acoge de nuevo en sus brazos. Y me río, mientras por mi cabeza pasa una flecha que llega al corazón... "No me sueltes nunca", se me escapa en forma de suspiro. - ¿Me cuentas lo del ingeniero tuyo? ¡No me digas que es otro motero!
- Todo el mundo dice que es un clon de Samu, pero no, no tiene moto, tiene carrera y es más mono yo creo...
- ¡Foto! No me fío de tu criterio... - le enseño una foto - ¿Es el gemelo del motero? - y empieza a reírse - ¿Había dos por uno o qué?
- No tienen nada que ver, créeme... Absolutamente nada que ver.
- Eso espero, sino se las verá conmigo.
- Se lo diré.
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