Ya no somos los mismos de antes. Hemos pasado por muchas cosas juntos y es muy diferente el daño que haces ahora al que podrías haber hecho al principio. No se puede comparar la herida que te provoca un desconocido con aquella que te causa alguien que jamás pensaste que te fallaría.
Por eso, aunque ahora pidas perdón, no es fácil seguir como si nada. Has dolido más que nadie nunca, tan dentro que todos mis cimientos aún tiemblan. Tus disculpas no son más que palabras que no alcanzan a sanar nada, un breve remiendo mal hecho que pretende frenar una hemorragia.
No digo que no te perdone, o que no vaya a estar bien de nuevo. Solo digo que no esperes milagros cuando has hecho tanto daño a alguien que lo habría dado todo por ti.
Ojalá lo entiendas igual que yo soy capaz de entender tu frustración, pero necesito tiempo para curar todo el daño y, más aún, necesito entender cómo volver a confiar en ti. Siento que eso va a ser lo más difícil. De hecho, no creo que recuperes nunca la confianza que te tenía antes de todo esto.
Aunque pidas perdón, nada cambia. Mucho menos borra todo lo que sucedió. Sigue todo ahí y pesará en la memoria largo tiempo. Es el precio que tienes que pagar. Yo no busqué todo esto. Fueron tus actos los que rompieron aquel presente y enturbiaron el futuro.
Ahora todo es incierto. No sé cuándo volveremos a estar bien, si es que alguna vez lo estamos. Te acabaré perdonando, seguro, la vida es demasiado corta para vivirla enfadado. Pero olvidar, imposible. Y no sé si podremos soportar el peso de todos esos recuerdos.
El tiempo dirá, supongo, y ya veremos cómo termina todo esto.
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