Y duele. Claro que duele. Duele que te dijera que no sentía nada por esa persona mientras estaba contigo y ahora verles juntos. Duele que te tratara como un loco o una loca por mostrarte vulnerable y enseñar tus miedos y que al final se liaran. Pero, ¿sabes qué? ¡que haga lo que quiera! Ese ya no es tu problema.
Yo lo veo así: cuando se trata de superar una historia pasada, existen cuatro lugares a los que mirar. Algo así como los cuatro puntos cardinales. Puedes mirar atrás («Y si hubiera hecho…»), mirar a los lados («¿Con quién estará?» «¿Será más feliz sin mí?») o mirar adelante.
Para mí la forma correcta es mirar adelante, y ahí no entra ni ella, ni él, ni nadie. Solo tú y tu futuro. ¿Que empieza con quien te dijo que jamás de los jamases? Bien. ¿Que donde dijo «digo» ahora hace «Diego»? ¡Fabuloso!
Y es fabuloso porque nada de eso cambia tu plan: hacer del resto de tu vida una aventura alucinante, llena de amor e historias de verdad.Al final, la única diferencia entre quien supera su herida y quien no lo hace es solo una decisión. La decisión de seguir preguntándote cómo volver atrás o la decisión de empezar a construir tu futuro con el tesoro que ahora tienes: un corazón entrenado, errores que clarifican tu destino y ganas de volver a amar.
Puedes tratar de engañarte, desviar la mirada y decirle a la vida que de todo lo que hoy te ofrece nada te volverá a llenar.
Puedes, igualmente, pasarte los días buscando justicia, disfrutando del calor que da el victimismo o usar tus horas cotilleando Instagram para ver que un día que ya no existe tuviste razón.
Pero mientras hagas todo eso —mientras mires a otro lado— estarás ignorando una de las mejores noticias que hoy te podían dar: si te pones a ello, lo mejor de tu vida está por llegar.
Norte, Sur, Este y Oeste. Tú decides dónde mirar.
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