Toc, toc. Bajo la ventanilla.
- Hola guapa, ¿buscas compañía? - me sonríe. Y a mí se me pone cara de payasa.
- Buscaba a un amigo, ¿lo has visto? - preguntó.
- ¿Cómo era?
- No lo sé... - me quedo pensando - Guapo, simpático, algo bollito... Le gustan los coches, y tocarme las narices, mucho... mucho... - le contesto.
- ¿Y a quién no le gustaría con lo guapa que te pones al enfurruñarte? Baja del coche, te invito a un café.
- ¿Café ahora? - le pregunto mirando el reloj, son las nueve de la noche.
- ¿Chocolate?
- ¡Chocolate! - afirmo.
Tiro mi coche a un lado de la carretera, le pongo los intermitentes y me bajo.
- Ven, tengo el forro polar del trabajo. Tienes la nariz roja. Como Rudolph.
- Ja, ja, ¡me parto!
Entramos en la cafetería y me sirven mi chocolate negro, es la primera vez que lo veo. ¡Y sin lactosa!
- Cuéntame lo del vecino de Samu, ¿qué pasó? ¿Qué fue eso tan humillante...?
Se lo cuento, y la conclusión es... Deja de tirarte a gente de ese bloque, no están muy bien de la cabeza.
- Puedo también dejar de tirarme a moteros... ¿No crees? - le pregunto con cara de niña buena.
- No eso no. Porque perderíamos todos. Tú... y yo...
- Yo no me voy a volver a acostar contigo Superman... Estoy en busca de mi virginidad.
- ¿Qué te apuestas?
¡Oh, no! ¡Ya empezamos con las apuestas! Esta la gano yo. ¡Vamos!
- Lo que quieras - le respondo rebañando la taza de mi chocolate.
- Un fin de semana en furgoneta... Mmmmm, en un lugar muy muy muy lejano - dice pensando.
- ¿Eso si yo pierdo? ¿Y si gano?
- Sabes que no vas a ganar... Te doy 48 horas - me responde muy seguro de sí mismo.
- ¿En 48 horas? ¿Tan poca fe tienes en mí?
- Como si no te conociera... Solo hay que tocarte por aquí - dice pasando sus yemas de los dedos por mis brazos - O por aquí... - apunta a mi camisa desabrochando un botón - ¿Y la camisa vaquera? Ya va siendo hora de que la saques...
Todo el mundo con la camisa vaquera, os juro que es una camisa normal.
- ¿Te crees que por hacerme esto se me van a caer las bragas? Muy seguro estás de ti mismo, ¡demasiado! - exclamo en plan sobrada. Yo... soy de piedra, sí sí, lo que no sabrá nunca es lo cardíaca que me pone simplemente con hacerme cosquillas... El puñetero contacto físico, ya es suficiente para mí.
- ¿Pagamos y nos vamos? Por favor... - Socorro... de repente empiezo a sudar. Será el chocolate, que me ha quemado la lengua. No aprenderé en la vida, siempre me quemo con las bebidas calientes.
- Sí, mejor, vámonos - y cuando se va a levantar me suelta - Mejor paga tú, yo ahora me levanto.
- Pero, ¿qué dices? Levanta el culo y vámonos.
- Patri... que ahora voy, ¿no tienes que ir al baño o algo así? - me quedo perpleja. Tan pronto se quiere ir como se quiere quedar sentado. No le entiendo. Así que voy y pago la cuenta. Me doy la vuelta y me le quedo mirando - Tranquilo, ¿eh? Sin prisa...
- No te das cuenta de nada - me dice dándome un golpe en el hombro y apartándome de su camino. Ya está raro. ¡Qué pesado!
- ¿Dónde te llevo?
- Tengo el coche ahí, voy esta noche a San Nicasio.
- Pues te acompaño.
- ¡Si hombre! Hay una apuesta de por medio. ¡No! No quiero que me acompañes porque... - y de repente me besa, me besa aplastándome junto a su furgoneta.
- ¿Qué decías? - me susurra al oído, y se me pone la piel de gallina.
- Que no vas a subir a mi casa.
- ¿Crees que necesito una casa para hacerte perder una apuesta?
- Creído... - y esta vez le agarro del cuello y soy yo quien le besa. Sé como le gusta, sé lo que le pone, sé lo que le hacer perder la cabeza... - Buenas noches... - y me despido.
- ¿Qué...? - me dice con cara de tonto.
- Que esta apuesta la gano yo... ¿Qué son 48 horas? Si ya van dos.
- Que te jodan... - me dice medio riéndose y medio enfadado.
- Dios te oiga... Te espero en 72 horas... Así me llevo un fin de semana... Cariño, ¿aún no sabes con quién estás tratando? WonderWoman...
- Ya... - me agarra de la cintura y vuelve a besarme, a devorarme los labios, los muerde, los succiona, juega con ellos y yo... estoy empezando a perder la cabeza. Empieza a meterme sus manos por debajo de mi camisa de leñadora - Estás congelada - me susurra al oído mientras deja un reguero de besos en mi cuello, y suelto un gemido... ¡Ay, el cuello! Me emborracha su olor y no soy capaz de pensar en nada.
Y mi móvil suena...
- No, no duermo en casa - respondo a la llamada - Porque tengo cosas que hacer. Adiós - y cuelgo.
- He estado cerca... me dice.
- Que te siente bien la ducha fría - le digo mientras me monto en el coche y me abrocho el cinturón.
- Lo mismo digo, WonderWoman... - y me vuelve a besar a través de la ventanilla. Me mira, y ser ríe... Hija de puta - y se parte. Ríete, pero... cariño, hoy la apuesta la gano yo.
Patri Izquierdo Díaz
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