Hay personas que llegan, desordenan un poco nuestra vida y se van sin dar explicación alguna. Otros llegan, la desordenan pero les gusta nuestro orden desordenado y se quedan con nosotros para organizarnos juntos. Hay quien llega de modo inesperado, nos cambia los planes, nos confunde, nos enseña algo y se va dejándonos con una media sonrisa por la lección aprendida. Otros llegan con sutileza, nos congelan en momentos de felicidad y apartan las cenizas que no habíamos limpiado de antiguas historias que nos dañaron y que quemamos…
«Hay gente para todo” decimos en muchas ocasiones, escondiendo detrás de esa frase la asunción de que existe gente dispuesta a hacer el mal, y por el contrario gente que roza la santidad. Los de este extremo serían los “lo dan todo a cambio de nada”, esos que conjugan correctamente el verbo DAR, esas personas que desgraciadamente se celebra poco que formen parte de nuestras vidas, a las que escasamente se las homenajea, las que ocupan pocos minutos en los telediarios, las que inspiran menos para escribir guiones de películas, pero las que más poder poseen sin nada material entre su arsenal. Y es que, priman su capacidad de amar.
Conforme la vida pasa nos vamos encontrando con todo tipo de seres humanos (especie tan igual como variopinta). Cada uno te brinda una oportunidad de aprendizaje y te deja su mensaje (susceptible de perderse a medio camino, de mandar a la papelera de reciclaje o de guardar en el disco duro de nuestro corazón).
Cada persona que se cruce en tu camino, ya sea perpendicularmente, oblicuamente o caminando a tu lado, tendrá sus creencias e ideales, su jerarquía de valores, sus preferencias actitudinales, su modo de sentir y percibir, su capacidad de dar, su pasado, su presente e ideal futuro,…Y cada una de esas personas va a provocar un impacto en ti. Pero sea como sea ese efecto y la intención del mismo, de ti depende el meterlo en treinta discos duros o reciclarlo. No existimos dos iguales, por ello, no hay impacto gemelo de ningún ser humano en nadie, aunque muchos parezcan susceptibles de archivarse en la misma carpeta: buenos o malos ejemplos, personas desconcertantes, personas impresionantes…
Sí,“hay gente para todo”, pero ¿tú de que parte de ese todo quieres ser? Yo quiero ser de las que sacan músculo ante la adversidad, de las que abrazan sin preguntar, de las que saludan a un desconocido, de las que ríen ante el olvido. Quiero ser de las que usan el amor para conquistar el día a día, de las que no dejan que se queden en palabras cada post que escriba. Quiero ser de las que escuchan antes de opinar, de las que entienden que mientras hablo poco puedo aprender de los demás, como insinuó Larry King. Quiero ser alguien que reconoce sus defectos y les saca partido, que se sorprende de sus avances y crea chistes de algunos de sus tropiezos. De las que saben pedir perdón y también deleitarse, de las que salen a la calle independientemente del tiempo que haga, de las que siguen y no se olvidan de que aunque la vida a veces duele, el ser humano puede crear toda la alegría que se le antoje.
NADIE ES PERFECTO, he ahí el reto y la belleza. No pretendas ni quieras serlo, es mejor invertir esfuerzo en descifrar aciertos y fallar errores, en ser efecto positivo para la mayoría de personas posibles, en ser punto de inflexión para los corazones ennegrecidos, ser abrazo para los ojos tristes y esperanza para el derruido. Así es como puedes contribuir desde tu casa, desde tu barrio, desde tu ciudad…Lo único que necesitas es potenciar tu capacidad de amar.
¿Y tú? ¿De qué parte de ese “hay gente para todo” quieres ser?
No se me ocurre mejor forma de contribuir al mundo y luchar contra los demonios, que con el amor y todos sus derivados. Créeme, así es como vale la alegría vivir. Si el mundo avanza, es que hay personas exprimiendo su capacidad de amar.
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