- Te espero en la Verdi - le escribo.
- Estoy ya. Te he pedido un crep salado - me responde.
El estómago se me da la vuelta. Me hago pipi. Estoy como un flan. ¡Qué estúpida! ¡Si es Peter Pan, el de toda la vida! Sí, pero esta tarde va a cambiar todo. Veo la heladería de lejos, me paro en seco. No estoy preparada. Respira, Patri, me digo a mí misma. Respira o morirás con la cara morada.
Me acerco, estirándome. Yo no estoy nerviosa, me miento cuál bellaca, estoy bien. Muy bien. Fenomenal. Increíblemente bien. Sí. Estoy quedando con un amigo. Es mi amigo. ¿Somos amigos? ¡Para de pensar y hablar sola! Y decido entrar... Le veo en un sillón a la izquierda del local. Vamos allá...
- Hola - me dice - Estás muy guapa. Y yo me río... ¿Dos besos? ¿Uno? ¿Un abrazo? ¿Me hago la dura y ni le rozo? Pero él toma la riendas de la situación y me abraza besándome en la cabeza. Qué bien... Ahora soy un bebé furbi... Y me abraza entre su metro ochenta y siete. Soy tan pequeña... Soy un llavero. Me despego, su colonia inunda mis fosas nasales y me hace pensar en cosas que no debo pensar en un día como hoy... Y el crep viene, ¡mira qué bien, olor a crep! Dios, qué descanso.
- ¿Qué tal por Nueva York? - pregunto aún atontada y mirando dios sabe qué.
- Bien, es otro mundo, es... increíble - dice probando su helado - Deberías ir si tienes oportunidad.
Por supuesto, porque tú elegiste ir con otra, vale que es tu novia, pero... la elegiste a ella, ¡y yo que me alegro, eh!
- Eso haré... - respondí secamente.
- Estás rara. Mírame a los ojos - se ríe - ¿Qué te pasa? Estás como tímida - Y le miro de reojo - Vale, prefiero que no me mires así... - y devuelve su mirada a su helado.
Cojonudo. Somos un cuadro. Patri, sé fuerte. Mantén esa fachada de dura, de me importa todo una mierda, y empieza y a ir como pollo sin cabeza. Venga, dale.
- Alejandro... Yo quería hablar contigo sobre... nosotros. He estado pensando...
- Ese es tu problema. Que piensas demasiado... O nada. Depende del día - me interrumpe. Esto va a ser coser y cantar. Sí. Y me río. Me río por no llorar.
- ¿Crees que dos ex pueden ser amigos? - le pregunto de sopetón. Esto se llama romper el hielo, perdón, romper un iceberg. Y se me queda mirando fijamente, así que continúo - Creo que funcionamos súper bien como amigos. Somos perfectos, congeniamos, tenemos una química especial y compartimos muchas cosas... No sé, he estado pensando y no quiero perderte - se que me va a interrumpir de un momento a otro, pero le freno - ¡Déjame hablar! Porque sino no sé si podré ser sincera contigo... No quiero perderte. Y te quiero como a nadie, jamás he querido a un chico como te quiero a ti. Pero es un querer de cariño. De tener un espacio en mi corazón para ti y para siempre. Belén piensa que llegará alguien que te eclipse en algún momento, pero no lo creo. No lo creo porque tú siempre serás tú. Y si me necesitas para cualquier cosa, daría mi vida por ti. Y ese cariño, ese amor, solo te pertenece a ti. Es por lo que volvemos a encontrarnos por mucho que pasen los años. Pero... no hablamos de pasión, ni del amor de amar... Ese ya tuvo su momento, y no creo que vuelva nunca más. Puede volver condicionado, o de otra manera, y sería un error tomarlo en serio. No quiero que desaparezcas de mi vida. No lo soportaría. Y no voy a bloquearte ni a borrarte nunca, paso de ese tipo de cursilerías baratas y de niños. Nosotros tenemos una edad. Y aunque esté en un momento de mi vida que hasta yo misma me cuestione mi madurez, en esto estoy segura de que estoy haciendo las cosas bien por una vez. Por ti, por mi... E incluso por ella. Ni ella ni yo nos merecemos ser la otra. Nos merecemos un cuento de hadas y un hombre que solo viva para y por nosotras... Sin compartir.
Su helado casi se ha terminado. No ha dejado de comer en toda mi exposición.
- ¿Qué opinas? - pregunto tímidamente.
- Que ya lo has decidido tú. ¿Qué quieres que te diga? Como siempre. Tú. Sin contar con nadie.
- Es una propuesta. Me estoy abriendo en canal, ¿podrías ser un poco más empático y abierto? - le contesto controlando mi tono de voz.
- Me vas a hablar tu de empatía...
Genial. Vamos a discutir si no lo estamos haciendo ya. Esto es maravilloso. ¿Para qué me preparo yo los discursos si viene este hombre y te lo jode? Valencia y Madrid... ¿Quién es más chulo de los dos?
- Me voy a callar Alejandro, porque no soy yo quien está con otros teniendo novia... - me arrepiento de haberlo soltado así según sale de mi boca.
Se crea un silencio sepulcral, una tensión que podría cortarse con una navaja. Y me mira, y le miro. Es un desafío. Los dos luchamos por callarnos lo que estamos pensando, mordiéndonos la lengua.
- Perfecto. Seamos amigos - dice de repente, y me sorprendo.
- ¿Sí? - pregunto para asegurarme.
- Sí. ¿Qué términos quieres? - le miro sin entender - ¡La letra pequeña! ¿Qué quieres? - no logro entenderle - ¿Qué límites hay? - me pregunta y pienso...
- ¿Se acabó el sexo entre tú y yo? - por ejemplo. Los amigos no se acuestan entre ellos (y yo diciendo esto...).
- Bien. ¿Cenas? - pregunta.
- Comidas. Cenas no. Ni cines.
- Ni cama. Las tres famosas ces - me responde y yo me río. No me queda más remedio - De acuerdo, comidas y meriendas - asiento con la cabeza - ¿Shopping? - ¿Por qué no? - ¿Viajes? - niego con la cabeza.
- Si fueras un amigo sin novia sí, pero con chica la cosa cambia - aclaro.
- ¿Dormir juntos? ¿Ver películas en nuestra casa? ¿Pasar la aspiradora como compañeros de piso? - Lo pienso, lo medito y creo que me está tomando el pelo... Y le miro - ¡No me mires así! Ya que ha sido tuya la idea, dime qué podemos hacer y que no.
- Alex no va así la cosa. ¿Estamos haciendo un contrato? ¿Es que no tienes amigas?
- Amigas sí, Pati. Lo que no tengo es una ex amiga, y menos una como tú - no sé cómo tomarme esa respuesta, pero no voy a preguntar.
- Hagamos simplemente lo que hacen los amigos. Ya está. No es tan complicado - le respondo perdiendo ya la paciencia.
- ¿Hacemos lo que haces tú con el bollo? Explícamelo porque no lo entiendo - Y salió el gordo, si es que le conozco como si le hubiera parido.
- De errores está el mundo lleno... - respuesta muy floja, muy muy floja.
- Encima le llamas error, manda cojones lo tuyo. Tú sabrás qué haces con tu vida.
Pide al camarero una cerveza. ¿Después de un helado? Creo que necesita algo más fuerte, pero me callo y miro a otro lado.
- Lo cierto - empieza él a hablar - Es que muy a mi pesar, y te lo juro por lo más sagrado, muy a mi pesar, yo tampoco quiero perderte, ni enterarme como te va por un blog, ni borrarte de ningún sitio porque como dices tú, no somos crios de me enfado y te borro. Eso se lo dejamos a otros - cómo no, mensaje entre líneas, ¿cuándo saldrá el puto motero de nuestras vidas? - Así que, estoy de acuerdo contigo en que podemos intentar ser amigos. Intentarlo al menos. Se puede, no sé si contigo, pero hay casos... en los que sale bien.
Asiento con la cabeza, y pido la cuenta. Entonces... amigos. Sin sexo, sin engaños, sinceros y con cariño, aunque estemos de uñas en este momento esperando a saltar encima del otro. Invito yo, es lo mínimo.
- ¿Qué tal llevas el carnet de moto? Dime que lo has dejado, Patri... por favor - me pregunta ya en otro tono.
- Me viene muy bien para evitar los atascos que me como a diario, Alex.
- Yo te doy una moto de 125, y pruebas.
- ¡No quiero una moto de chica! - protesto.
- Las hay de muchas maneras, tengo 37 motos de 125, elije la que más te guste, la pruebas y te la quedas.
- No quiero.
- Pati... - dice cargado de paciencia - Eres una chica, acéptalo cuanto antes. Y el color rosa te queda bien - le miro porque sé que me está vacilando.
- A ti también te queda bien... - me río.
- Es que a mí me queda todo bien... No sé si te has dado cuenta o necesitas más años para comprobarlo - dice acercándose a mí, desde esa altura que me parece el infinito.
Patri, séparate. Out. Huye. Sal corriendo. Ay qué bien huele... ¡Piensa!
- Bueno Alex, ¿quedamos otro día? Como amigos - Y me río con la risa floja. Me río por no llorar, vaya dos.
- ¿Dónde vas con tanta prisa? ¿A boxeo?
- No, hoy paso. Me voy a ir a correr que lo necesito más - Necesito descargar toda esta adrenalina que tú me provocas. Si es que me gusta jugar con fuego, me va vivir al límite. La tranquilidad no está hecha para mí. Ni loca.
Y me abraza, y me besa en la oreja y en el cuello. Y mi cuerpo reacciona ante ese contacto. Siento como la piel de gallina nace en mis piernas, en mis brazos. ¡Amigos! Y me separo.
- ¿Tienes la piel de gallina? - me pregunta, sabiendo perfectamente lo que está haciendo - Con los amigos no se pone la piel de gallina - ¡Qué no dice, si yo te contara!
- Empieza a refrescar ya por las tardes - ¡ay qué mentirosa! Y se ríe, se ríe porque me conoce como yo a él. Y me río. Y nos miramos, y... seremos amigos, claro que sí.
Pues... hasta aquí la historia de Peter Pan y Campanilla, ¿no? O no.
Patri Izquierdo Díaz
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