viernes, 18 de octubre de 2019

Orgullosa de la profesión que tengo

¡Y dan las cuatro!

Salgo corriendo de la Escuela Infantil, y pienso en qué hacer, pues bueno... Ir hacia Leganés, pero... quiero hacer algo más, aunque tengo una cita a las 5.30 (nada romántico). Pues... Me he ido a la CEMU, al colegio en el que trabajaba.

He visto a mis papás, a una abuela que la tengo cariño no, lo siguiente. A mis niños, a mi Minion, a mis compañeros, a mi Silvia. A por supuesto, mi tía. Se me han saltado las lágrimas cuando todos venían a verme, a abrazarme. Las madres a preguntarme dónde estaba este año. Que los niños no paraban de preguntar por mí. Me quedo con un comentario de una mamá de dos niños a los que adoro, que había sido un poco traumático porque ya me conocían, me querían y saben del amor que les tengo a sus hijos. Muchas de esas mamás, han estado dentro de mis clases, saben como trabajo, saben cómo soy, un curso son muchos días. Y ver ese cariño, ha sido muy especial para mí.

He llorado al irme. He sido muy feliz en ese colegio. En junio sentí que algo de mí se quedaba allí, con los cemuneros, y es que... solo con deciros que mi amiga Belén se enamoró de ese colegio en un mes, lo digo todo. Es especial, pero yo también. Soy de las profesoras que ama su trabajo por encima de todo. Que si echa doce horas, no se da cuenta, no nota el cansancio cuando su cabeza gira y gira pensando en cosas para mis niños. Creo que es el mejor trabajo del mundo, y ese colegio es la catedral de los valores, de enseñar a ser persona, del respeto por las diferencias. 

Mi paso por allí estos tres años, me ha servido para crecer como profesional y como persona. Os sigo echando de menos, y ahora más, cuando he comprobado que las mamás y las abuelas a mí también. Tengo la costumbre de crear una pequeña familia con mis clases, al fin y al cabo tenemos un mismo objetivo, y un punto en común lleno de amor, que son esas personitas. Gracias por darme una tarde tan maravillosa, en la que era inevitable llorar un poco por cerrar una etapa.

Mi amiga Silvia, dice que es un hasta luego, no es un adiós. Volverás. Siempre lo dices. Y ojalá tengas razón, porque yo me siento una más allí. De nuevo, gracias por hacerme recoger lo que sembré hace tres años, amor, cariño, respeto y orgullo de la profesión que tengo.

Patri Izquierdo Díaz


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