Me alegra ver que no has cambiado la contraseña, y puedo tomarme la libertad de volver a escribir para tu blog.
Ayer, tuve un día lluvioso y gris. Sí, lo hacía tras mi ventana, pero también lo sentía dentro de mí. El frío se me coló dentro, en el corazón, justo en el pecho y creí enfermar. Ayer te echaba de menos, Pati. Demasiado de menos. Me faltan tus conversaciones, tus contestaciones, tus miradas, tu sonrisa, me faltas tú. Cuando hablamos en la Verdi, en Leganés, pensé que era una conversación más, una ida y venida de las tuyas. Una vez más... querías huir de lo que tenías. Pero me estoy dando cuenta que no, que no es algo pasajero.
El jueves subí un stori a Instagram, te dije, sí, a ti, que estaría el sábado en un sitio. Y llámame tonto, pero creí que te vería allí. No me escribes, apenas me contestas, ya dudo si soy una molestia o no, y hace unos días que no escribes en tu blog que es lo que me ayuda a saber de ti desde la distancia. No sé si aún tengo el derecho o el permiso para preguntarte que tal te va todo, no sé si realmente, fuiste clara y sincera en la heladería. Y eso me da miedo. No quiero saber la respuesta. Daría todo lo que tengo por volver a esa conversación, agarrarte de las manos y pedirte que no te fueras. Pero creo que nunca es tarde para decirlo... No te vayas.
Pati, no puedo vivir sin saber absolutamente nada de ti. Dejar de escuchar tu voz, dijimos que podríamos ser amigos, y ni siquiera lo estamos cumpliendo, te me vas entre las manos como si fueras agua, y no puedo retenerte. No puedo obligarte a que me ames. Lo sé. Hace poco pusiste algo en tu Instagram que lo corroboro.
"Aprender a decir adiós cuando no quieres irte,
es de las cosas más duras y necesarias.
Aprender que querer no es poder,
por más que insistas.
Aprendes que hay gente que no quiere perderte,
pero tampoco cómo hacer que te quedes".
No quiero decirte adiós, no puedo. Y sí, sé que sería lo mejor, pero no quiero. Te amo demasiado como para dejar que te me vayas de mi corazón. Ayer fue un día muy duro. Muy oscuro, demasiado gris. Hace tiempo que falta la luz que tú le das a mis días. Sé que te estás recomponiendo, que ya sonríes, que te has vuelto a vestir de colores y que estás preciosa. Bueno, guapa, siempre lo has sido. Pero ahora desprendes madurez, superación, enseñas tus cicatrices con orgullo, has vuelto a la guerra y sigues siendo la persona a la que por mucho que la intenten hundir, sale a flote. Muchas personas en tu situación, habrían abandonado, y tú sigues ahí en pie de guerra. Eres la misma de la que me enamoré, y de la que estaré enamorado toda mi vida.
Quiero un fin de semana, quiero una vida contigo o siete, quiero una eternidad a tu lado, y no quiero conformarme con menos. Te quiero a ti, solo a ti. Y no sé cómo hacer que tú sientas lo mismo por mí. He pensado que era una rabieta. También he estado pensando que antes lo llevaba mejor porque había alguien en medio a quien querías, pero ahora no. Ahora no hay nadie. ¿Por qué ahora que no hay nadie ya no acudes a mí? Ver como pasas de página duele, mata, desangra el corazón... Qué malos son los domingos, Campanilla, y que guapa estás desde que extiendes tus alas ante el mundo dejándote atrás las penas, las heridas, los problemas y te muestras tal cuál eres... La chica de mis sueños.
Peter Pan
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